Diario de León
Publicado por
Antonio Núñez
León

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HA REAPARECIDO por San Antón a la respetable edad de 104 años el loro de sir Winston Churchill, de nombre Charlie y que, al parecer, ha sobrevivido desde que falleció su dueño en una pajarería de mala nota, nada parecida a la mansión del número 10 de Downing Street, donde es tradición que residan los primeros ministros británicos con todas sus mascotas menos la Reina Madre. Dicen que Charlie, que en realidad es lora, fue localizado en una pajarería de Reigate, condado de Surrey, por un reportero del Daily Mirror a su vez sorprendido de la locuacidad del pajarraco, que a los habituales tacos de aquel barrio, como «fuck» (joder, en inglés) o «shit» (mierda, en la lengua de Shakespeare), añadía otros del estilo de «Hitler, cabrito» (o como se diga) y «me cago en la Gestapo» (más o menos). Según las imágenes aparecidas estos días en los telediarios a Charlie ya casi no le quedan plumas en la pechuga de puro viejo, aunque todavía luce algunas de color azul y oro en la cresta. Ha podido ser identificado, tacos aparte, por Peter Hogan, un yerno del pajarero que en 1937 se lo había vendido al premier británico y que lo recogió luego cuando éste murió en 1965 dejándolo huérfano de pipas y alpiste. En esta precampaña electoral de promesas para viajes de lujo del Inserso en Benidorm y pagas extras a los jubilados a cuenta de lo que subió de más el pollo desintoxica, y mucho, la epopeya del loro Charlie, el pájaro de buen agüero que, además de a los cigarros de su dueño antes de la inquisición antitabáquica, logró sobrevivir también a Hitler, Musolini, Stalin y Mao. Probablemente ya sólo le falte Bush. Sangre, sudor y lágrimas le habrá costado al pobre bicho. Es proverbial la longevidad de los loros y afamada su capacidad de memoria, casi igual que la de los elefantes, aunque parezca mentira. Y probablemente gracias a este don de la naturaleza Charlie ha podido ser rescatado para la historia por los intrépidos reporteros británicos en una Europa unificada por el euro pero donde ya casi nadie se acuerda que estuvo a punto de serlo por la Wermachth, la Luthwaffe, las SS, el Partido Nacional Socialista, los partidos comunistas y, aquí mismo, por la División Azul, el Movimiento Nacional y los sindicatos verticales. El heroico pájaro Charlie, que ha conseguido salvar la pluma de milagro, viene que ni pintado en estos tiempos para recordarnos a otros animales de dos patas y que presumimos de aprender de la historia lo que desgraciadamente se está olvidando: aquello que Alemania e Italia hicieron en la segunda guerra mundial y en la guerra civil española, Japón en China, China en Vietnam, Rusia en Polonia y donde le dio la gana, Estados Unidos en Panamá, Chile y Argentina, y el Papa en las conciencias. Por poner algunos ejemplos. Seguramente al loro Charlie lo de la supervivencia le viene de casta, lo mismo que a su antiguo dueño, a su vez tataranieto del duque de Marlborough (el Mambrú que se fue a las guerras napoleónicas de nuestras canciones infantiles, qué dolor, qué dolor, qué pena). Pero esperemos que la raza no se acabe. Aprieta uno ahora la tecla del ordenador y automáticamente sale en pantalla todo lo que quería saber -y se le había olvidado- pongamos que sobre la transición, Suárez, Felipe González, Carrillo, Aznar, Rajoy y Zapatero, etcétera, personajes cuyos méritos, pero no los vicios, se repiten en Internet como un loro. Sin embargo, no es lo mismo: Charlie lo vivió y seguramente quedó traumatizado por los bombardeos de Londres en su aristocrática jaula, sufrió el correspondiente racionamiento de alpiste y, si no fue movilizado, se debió sin duda a que algún idiota lo licenció por estrecho de pecho o no dar la talla. Hay ornitólogos que sospechan que el tal Charlie aprendió por sí mismo en la dura jaula de la vida y que ahora lo que repite no es porque se lo enseñaran: simplemente es como los abuelos de aquí cuando repiten aquel rollo de que estuvieron en Belchite o con Millán Astray. Los loros, como muchos políticos, se aclimatan a todo, incluido el clima. Sin ir más lejos y modestia aparte tiene uno también un lorito ninfa, de nombre Fari por el colega de Lola Flores y por lo bien que silba, canta y parla, del que el veterinario me ha asegurado que tiene cuerda por lo menos para cincuenta años. De lo cual se deduce que va a sobrevivirme a mí, a Leticia Sabater y a la otra, a Victoriano Crémer lo más probable, aunque no es seguro, y fijo que a Rodríguez Zapatero tal como le va la guerra. En el testamento he dejado escrito que o respetan mi última voluntad o canta el loro todo lo que sabe. Por ejemplo sobre los pactos del Ayuntamiento y Caja España. Y qué memoria tiene. Lorito cabrón.

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