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LA ROPA NO ES INOCENTE. Antes servía para abrigarse. Hoy sirve para parecer y definirse. La ropa es el mensaje, un código de barras que se descifra en el acto ante la máquina registradora que gobierna nuestras vidas. Cierto es que ni el hábito hace al monje ni la seda altera nuestra condición de mona darwiniana, pero en la ceremonia de confusión en la que hoy naufragamos hay quien cree conseguirlo y en ello cifra todo su empeño dejándose la mitad de la soldada en trapos, arreos y zapatitos. Se cuida muy mucho el disfraz y cada cual es esclavo de sus ropajes, de sus marcas, de su imagen... de su mentira. El teatro del vestirse es buena industria y ahora los Mozart o los Einstein son modistos de haute coture . Se alega que hoy cada cual puede vestirse como quiere, pero la ropa de este tiempo huele a dictado de moda, a uniforme que todos acatan; incluso el desarreglo del rapero se vende en tienda carísima. La peluquera sueña con un visón y la que tiene tres visones sueña con un traje de lamé en imposible cinturita de sílfide que jamás soñarán las lorzas de sus riñones y ese perfil de botija que no logra disimular ni con todo ese ropero que roba la mitad de su dormitorio. La ropa es militante, una credencial. Remitámonos a pruebas. Retoma la portada de ayer de este periódico. Dos fotografías: arriba, el pepé cazurro en tumulto rodeando a Rajoy; abajo, los candidatos socialistas al tiberio electoral que nos agobia. En la primera todos llevan corbata y todas son azules. En la de abajo, también; manda el azul, como la camisa de Miguel Martínez sobre la estira una corbata blanca para que aquello parezca el jefe del Sindicato del Alcohol del Bronx (New York) o Rodrigo Rato, que tengo dudas. El rojo ha desaparecido del ropaje socialista, se lucen marcas y sólo la corbata de Canedo amaga algo enrojecido, pero resulta ser estampado de tapicería. Primero mataron a Marx, después cantaron La Internacional con la boca cerrada y ahora todo lo más rojo que asoma en su circunstancia es un batido mental de fresa y granadina. El mensaje de sus ropas no es casual. Lo único rojo de ambas fotografías -toma paradoja- es la bufanda de Morano, que tiene tela, o sea, paño y puntada. En el resto, manda el azul. Estamos en el azul total. Pero el azul del pepé es azul braguita. Y el del pesoe, también.

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