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CRÉMER CONTRA CRÉMER

La Guía Cómica de León y Lamparilla y Bujía

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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ME AVISAN, todavía no sé a cuenta ni a qué viene el aviso, de que una Corporación, que casi siempre se ha caracterizado por su alejamiento de las verdaderos fuentes del conocimiento verdadero, se dispone a lanzar una edición, no se sabe si corregida y aumentada, de aquella obra famosa que un verano del año veintinueve, escribieron los dos ingenios de la Corte Leonesa más caracterizados: Carmelo Hernández Muros ( Lamparilla ) y Ángel Suárez Ema ( Bujía ). En la introducción con que los ilustres autores explican las razones que les movieron para escribir tan estrafalaria visión de un pueblo tan serio como el leonés, y el lector, si le hubiere, se encuentra con datos, detalles, informaciones, biografías, datos históricos que obligaron a repasar, ya completamente en serio, la panorámica social, política, literaria de León. La Ciudad de don Manuel Pellitero, por ejemplo, capitán de Infantería, ya no puede ser la misma ciudad de don Mario Amilivia o de don Francisco Fernández. Algo ha cambiado. ¡Para mejor o para peor? Eso es según el color del cristal con que se mire. Ya que tanto don Ángel como don Carmelo, poseían, a falta de oído, vista de gato montés y paso cauteloso de guardia civil caminera. Cuando en una cierta ocasión se me propuso dar una charla sobre León y sus hombres principales, no se me ocurrió otro tema ni más característico ni más definitorio que aquel libro, cargado de anuncios, de apenas 180 páginas, compuesto por Lamparilla y Bujía. Porque en sus páginas, dejando a un lado el acento transcendente que yo podía encontrar en sus páginas, se me antojaba que quedaban perfectamente perfilados, no solamente los hombres principales y secundarios de aquella sociedad de los años 20-30 que continúa siendo la referencia más importante de la bibliografía leonesa, incluso -y séame concedida la licencia para la cita exagerada- mucho más que la que nos empeñamos en desprender de las vidas, nada ejemplares, de reyes, de infantas y demás gente de protocolo. El libro, como la mayor parte de los libros que aparecen en nuestros índices bibliográficos, vivió y murió sin comerlo ni beberlo. Los autores consiguieron a duras penas ganar los dineros suficientes para abonar el importe de la edición. Y Carmelo siguió como obrero de la pluma y don Ángel como profesor de muchas cosas, además de auténtico cronista de la Ciudad, sin que en tiempo consumido después se les ocurriera repetir la aventura. Al cabo de mucho trabajar y de obtener como pago la convicción de que no quedaba ningún resorte en la Ciudad que no hubiera sido tocado para mover las tendencias de las gentes hacia horizontes de superior relumbre, cumplieron el ciclo que les había destinado la providencia y desaparecieron. Casados y con hijos, su recuerdo se conserva y su obra permanece como documento imprescindible para calar en la entraña viva de León. Significativamente y como estrambote de esta verídica historia, cabe denunciar que cuando los hijos de Carmelo Hernández ofrecieron a las autoridades leonesas el fondo de libros, periódicos y revistas de la época, los dichos organismos, que ahora se disponen a reanimar datos y situaciones dignas de conocimiento, rehusaron el ofrecimiento, y libros, publicaciones y material verdaderamente histórico, hubo de ser entregado a la hoguera. Lo que diría Romanones: «¡Joder, qué tropa!».

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