Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

Un año de prueba

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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NATURALMENTE que no pretendo ni mucho menos ser alarmista ni por supuesto meter la zozobra en el alma del posible lector que se pudiera asomar a esta ventana de vecindad, pero pecaría de ingrato y de irresponsable si a tantísima lealtad del lector no respondiera con la verdad que a mí se me presenta en los pocos ratos de lucidez que suelen acompañarme. Y fiel a este destino mío, quiero decir y digo que el año 2004, en el cual hemos entrado como elefantes en una cacharrería, sin querer entender lo que el gesto, la aventura, pueden tener de trágico presagio, será un año de prueba, un año para esquivarle, un año para no vivirle. Porque durante sus días y sus noches se producirán cuando menos tres de los acontecimientos de cuyos resultados dependerá el mundo. En el mes de marzo, o sea ya como aquel que dice y como aquel otro que también dice, tendremos elecciones generales en España y a fe que incluso al menos afectado por los efectos de las prédicas ideológicas e ideofágicas, se siente sobrecogido por los posibles resultados de una consulta que se hace en el límite de lo posible normal, en el filo de la navaja más ávida de sangre. Aquí no vale tomarlo ni siquiera a título de inventario, ni mucho menos a chistografía de Mingote. Aquí nos salvaremos todos o nos perderemos todos para un tiempo inconcebible aún para los políticos más perspicaces. Sea Rajoy o sea Zapatero el que se lleva el gato al agua, ni el uno ni el otro ni el de más allá están dotados para hacer frente a los acontecimientos, y se limitarán ambos a dos, a seguir el curso de los ríos y a obedecer los ukases del Emperante de las Américas y demás pueblos de la colonia. En junio, como si tuviéramos bastante con lo que está lloviendo se producirán las siempre pintorescas colisiones electorales europeas y en noviembre... ¡Ay de mí! En noviembre, que es el mes de los difuntos, el imperio atacará de nuevo para mantener sobre el trono a D. George W. Bush. Y volverán de nuevo las oscuras golondrinas. Y desde los tremendos laboratorios donde se fraguan los destinos de todos los pueblos del mundo, serán decretadas las leyes, las fórmulas, los estilos, las doctrinas por las cuales se regirá el Universo Mundo, desde la olvidada Siberia a la cachondísima España. Y ya no se nos permitirá que agitemos los ánimos de las gentes, buenas o malas, con los pleitos de nacionalismos y soberanías sacadas de contexto, sino que seremos lo que estamos siendo: un fiel vasallo de un muy discutible señor. Y la ciencia, si se nos permitiera asomarnos a la cultura, salvo aquella que emana de los poderes poderosos, y la economía, si está concertada con los intereses generales del país con mando en plaza, todo el movimiento de los astros y la frágil disposición de los hombres no entra otro fin que el de servir al patrón por encima de todos los criterios, necesidades y dispositivos. Será un año para la muerte. Y León, pueblo cazurro pero entero y verdadero, seguirá apuntado a su cómoda posición de pereza, característica en los pueblos moriscos y en los naturales de Laguna de Negrillos, es un decir. En León nadie concibe que se puedan producir excepciones o gestos de rebelde afirmación de los valores de la raza. Aquí seguiremos diciendo: «Sí señor». Y el último, que apague la luz.

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