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EL ESPIONAJE ESPAÑOL no parece contar con muchas admiraciones ni en el ancho mundo ni en el estrecho. Tiene más de chismorreo que de perspectiva, es la oreja en la pared y a muchos les parece un mirabraguetas (ni el Rey se libra). La catalanidad se ahospa porque el Centro Nacional de Inteligencia (¿la cuala?) ha hecho seguimientos a mandatarios como Rovira y le pillaron con la mano en el cajón de las culebras. Gran escándalo. Se exigen comparecencias parlamentarias y explicaciones. Se acusa a estos servicios de información de pervertir sus objetivos y colocar bajo sospecha a dignidades parlamentarias e instituciones. Se rasgan las vestiduras y se arriscan aún más en su Montseny de agravios y barajas rotas. Vaya. Ser conseller en cap ¿le exime a uno de caer en ilegalidad, le inmuniza? La vida política española de todos estos años ha dejado un rastro poco aceptable de prevaricaciones, cohechos, torticerías y daños al común. ¿Tiene que mirar la policía a otro lado por ser el fulano un dignatario o disponer de un porrón de votos populares? Rovira es tan susceptible de ser escudriñado como cualquier otro ciudadano; incluso más; sus meneos han venido a confirmarlo. Pero la pregunta en una democracia que como tal se pretenda es: ¿y quién vigila al vigilante?, porque no es disparatado reclamar algún sabueso para el propio CNI, colocarle un cascabel, confirmar que hacen correctamente su trabajo y no sólo el que le ordene un gobierno o un partido en su interés o estrategia. Desde hace una tira de siglos este es el país de los reojos, recelos y permanentes sospechas del otro. No nos tenemos ley. Estamos escaldados. El enemigo es el otro; y si es vecino, delincuente. De manera que esta escandalera por verse un político en su cargo seguido por los catalejos del espía es un poco gratuíta. Vigilémosnos todos en la sospecha final. Hagámonos todos policías, o sea, que nos hagan, que nos coloquen una chapa en el pecho acreditándonos como ayudantes del sheriff. No te puedes fiar ni de tu padre. Con las plazas de policía que se creen para vigilar a la policía y a políticos, a los jueces, curas, dentistas y a los monitores de gimnasia por si meten mano en vestuarios, acabamos con el paro en diez minutos. La libertad es canción mojada. Lo único libre aquí es la sospecha.