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YA JAMÁS OLVIDARÉ, desde que lo aprendí en Burbia en una noche de Maranfallo, que la luna de enero es la más luna, la más gorda, la que más alimenta ganas y enerva pasiones. Esta última oleada de cuchilladas -sable de pobre- ha coincidido de lleno con esta luna gorda de enero que se coló en febrero. El crimen se urde en la noche y ahí está la luna para alumbrar el disparate y bordarlo en rojo. El influjo de la luna ya no se discute. Este rastro de sangre suelta que derraman las venas de la noticia no deja lugar a dudas. Es luna que engalla, enchula y vence al frío trayendo ganas de fuego y guadaña o guantazo. En la historia de los maranfallos ancareses más de una perdió doncellez o bragas a mano bruta de gañán con caricias o mamporros. Es la luna que mueve al exceso, al aquí te pillo y al aquí desembocó el Ebro, se acabó. Las noches de frío y luna gorda engendran monstruos, como la razón, que de noche se nubla o se achispa para amanecer cagada o con un cuchillo en la mano agazapada en la cocina. Nos sobrecoge el relato de sucesos de estos días: mata a su hija de siete años, degolla a su compañera, desuella a su novia, descabella a su madre con un navajazo en la nuca y la guarda dos años en cal, otro se atraviesa el corazón en comisaría, y así... no cesa, se contagia como animando al que está al borde del disparate o al cabrón de mano larga y puño martillo, la fiebre del pollo es nada, esta oleada crece en boletines y tertulias con toda la percusión informativa de escándalo nacional. Además, estamos en campaña y se añaden campanazos y arrebatos al dramón (a los políticos también les afecta la luna). Los obispos quisieron buscar el origen de la epidemia asesina en la revolución sexual y les han tirado a la cara toda la carne mancillada que cabe en veinte siglos de historia y en mil seminarios. La mayoría de los crímenes conyugales se da entre casados canónicos. Las parejas libres se zurran otro tanto, pero menos. La magnética luna llena excita ese punto de crimen que nos duerme en la cabeza. La luna tiene respuestas. La luna, y no el calendario romano, gobierna incluso la liturgia y, así, siempre está llena por Viernes Santo, el día de la gran muerte que cada año cae en fecha diferente por eso. Digan todos que es por culpa de la luna y ya tendremos palangana para absolver nuestras culpas.