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RECULARON y después vinieron matizando con digodiegos: la revolución sexual no es la madre del cordero de la pasión canalla y conyugal, la violencia de género que le dicen. A los obispos les llovió un chaparrón de coscorrones por sacar la lengua a pacer en prados donde otras vacas se entelaron antes. Se explican y rectifican lo dicho, pero no sabemos si también lo pensado; es de temer que no; ahí sigue bullendo la convicción de que la permisividad y licencia sexual de estos tiempos son la causa original de los males que nos afligen y del repertorio truculento de cuchilladas de alcoba. Una bragueta desabotonada tiene la culpa de todo, diga usted que sí, monseñor. Y este mar de tetas y pirulas que inunda escaparates, teles y gustos es el resultado del amor libre, vieja perversión. Antes se iba a la cama con el «cuatro esquinitas» y ahora con el despelote maricón del Boris. ¿De qué se escandalizan después de lo que han escuchado en el confesionario durante dos mil años? Esos culos, esas tetas y esas obscenidades ¿no son las mismas que se solapan en recovecos y misericordias de las sillerías góticas de las catedrales donde un canónigo o menestral se la chupa a otro, como en Astorga? ¿Qué revolución sexual hubo antes de esta de Marcuse, Wilhem Reich o Erich Fromm, porque debió ser la rebimba a juzgar por el enorme rastro que ha dejado en artes o literatura de clérigos? ¿Quién revolucionó al papa Borgia para que convirtiera la basílica del Vaticano en un arrebol de putas con mucha orgía y crimen de bañera? ¿Quién despertó los demonios del abuso en aquel anciano y bonachón fraile que les tocaba el culete a los niños?... ¿Son los hinduístas más proclives al crimen sexual por tener todos sus templos llenos es esculturas y santos y dioses con el mango al aire apareándose con tres vírgenes a la vez o con un elefante voluptuoso en un lujo de detalles y posturas gimnásticas? ¿Por qué entre las parejas que se afostian o se matan es mayor el número de matrimoniados canónicos que el de arrejuntados? ¿Qué les dieron en esas bodas parroquiales?... Con razón replicó aquella radiante novia en la iglesia cuando al casarles el cura les dijo «y yo os declaro marido y mujer... hasta que la muerte os separe», y entonces ella exclamó escandalizada y furiosa «ya claro, padre, encima dele usted ideas».