Diario de León

EL AULLIDO

Terrorismo de género

Publicado por
LUIS ARTIGUE
León

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HOMBRES que fingen ser hombres, machitos con algo de cabestro y mucho de cavernícola, individuos de pobres valores que confunden el amor con la posesión como frecuentemente se confunde la valentía con la prepotencia, la autoridad con el bigote y las guerras en Oriente Medio con los videojuegos. El terrorismo de género en España, esa parte coránica, retrógrada y estúpida que a veces nos asoma, existe y persiste: siguen muriendo mujeres a manos de sus maridos o «compañeros sentimentales». A veces se hacen sondeos para saber cómo está nuestra educación, sí. Pues así está nuestra educación. Así va nuestra cultura. Recientemente escuchábamos a don Manuel Fraga minimizar el delito de un alcalde gallego del PP condenado por abuso sexual a una menor, y se reía a su vez de quienes estamos a favor del «amor libre». Pues aquí tenemos los datos sobre el terrorismo de género en España: aquí están, señor Fraga, los resultados del amor impuesto o exigido. ¿Puede existir por definición un amor que no sea libre? Ciertamente, como bien explican las pensadoras expertas en psicología, feminidad y pareja -como Shara Hite, por ejemplo- el germen del terrorismo de género es el maltrato psicológico. Y ese maltrato comienza educacionalmente, Señor Fraga, con cierto discurso condescendiente para con el delito de género. Igualmente es reciente aquí una sentencia del Tribunal Superior de Justicia que disminuye la pena impuesta a un padre que abusaba de sus hijas pequeñas debido a que -decían los jueces- en tales relaciones sexuales «no hubo intimidación». No sé desde el punto de vista legal, pero empleando el sentido común tal argumento resulta inconcebible y hasta abominable. Algunos pensamos que el aumento de muertes por violencia doméstica hace ver que está en crisis el actual concepto de hombre; que se ha oxidado demasiado lo que se entiende por masculino. Existe, como la citada Shara Hite nos enseña, otra forma de ser hombre. La incorporación de la mujer al mercado laboral y al mundo en términos de igualdad no tiene por qué ser entendido como una amenaza, sino más bien como una liberación: ya los hombres no tenemos por qué fingir ser héroes protectores, podemos desprendernos de la carga que supone simular una irreal superioridad, y se acabaron las uniones por conveniencia o dependencia. O al menos en teoría. Sí, por fin queda claro que nosotros tenemos nuestros días débiles y fuertes, como ellas. Diferentes. Juntos en igualdad y libertad, formamos con conocimiento de causa un equipo para la vida: una posibilidad de pareja. Lamentablemente sigue habiendo hombres que, con el peso de su fuerza bruta, se revelan contra el nuevo régimen como quien se opone al paso del tiempo. Es inútil. Nada pueden hacer contra el ya consumado cambio de roles en esta sociedad, salvo causar mucho dolor y sufrimiento a «sus» mujeres, y a sí mismos. Por otro lado sorprende observar que a veces ese modelo de hombre, el machito canalla, descuidadamente guapo, crápula y celoso, sigue triunfando entre las mujeres y protagonizando las historias de ficción. Silvia Plath en un poema decía que «todas las mujeres amamos a un fascista», sí, pero bueno es contrarrestar ahora ese verso con la opinión de que las mujeres que aman a un hombre castigador y machista -aunque piensen que pueden cambiarle- se odian un poco a sí mismas. Vivimos tiempos de cambio, y se trata de una paulatina transformación que las mujeres parecen estar, por lo general, atajando mejor que nosotros. Tantos casos de terrorismo de género nos hacen ver que es el hombre quien no se ha adaptado bien a dicha evolución social de nuestro país. ¡Qué importante es la educación! ¡Cuánto necesitamos una cultura de la igualdad! Y el cine, la literatura, la televisión tienen en este aspecto un gran examen de conciencia que hacer, en mi opinión. En este sentido estoy leyendo ahora, por cierto, la última novela de Almudena Grandes, que pronto comentaré aquí. Como hace poco me decía un amigo, «hay que leer mucho a Almudena Grandes para entender un poco a las mujeres». Sí, y ellas deben leer mucho a Almudena Grandes para entenderse algo más a ellas mismas, ¿no creen?.

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