Diario de León

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ESCUCHO EN LA RADIO la versión original de «La novia», cancioneta mantecosa que cantó todo el mundo al concluir los años cincuenta. «Blanca y radiante va la novia, le sigue atrás su novio amante»... La cantaba el chileno Antonio Prieto al que no hicieron caso en su país, aunque grabó más de mil temas y actuó en treinta películas en Argentina y España. En la memoria colectiva sólo se le recuerda por «La novia», tema pringoso de membrillo puro escrito para moco y tul. Relataba un enlace nupcial: «Ante el altar está llorando, todos dirán que es de alegría, pero en su alma está gritando Ave María». Tenía algo de antífona la canción y de relato con su enigma, por eso aprendieron todos la letra: «Mentirá también al decir que sí y al besar la cruz pedirá perdón; y yo sé que olvidar nunca podría porque era yo y no aquel a quien quería». Y volvían los coros celestiales de avemarías, todo sonaba a iglesia, oración desesperada, pobre chica, mira tú, aceptando el casorio, pero encandilada aún por otro maromo, qué dramón. Destilaban agua bendita las estrofas, de ahí mi enorme perplejidad cuando hacía yo radio en los setenta en la Popular del obispado, Cope después. Gustaba de embutir en mi programa temas gagás que tuvieron fama o la perdieron, música fósil para esgüevarnos o enternecernos, y cuando un día tomé el disco de Antonio Prieto en el que se incluía «La novia», comprobé que estaba censurado, prohibida taxativamente su emisión. Jodó petaca, ¿y eso?... pero si es puro melindre, jaculatoria y avemarías. Pues míralo. Y comprobé cómo se hacían las censuras discográficas en aquella casa y en aquellos años de mordaza y calladitos: se tomaba el disco, se buscaba el corte anatematizado y se procedía con un punzón a rayarlo con fuerza y saña, como arando el vinilo con reja para que no hubiera posibilidad de reproducir ni una sola sílaba. Qué saña. Este procedimiento bruto y expeditivo se veía en otros discos y la orden partía de la censura oficial del franquismo cursada por la delegación de Información y Turismo que comandaba un Fraga inaugurador de paradores y cerrador de bocas. Pero «La novia» sólo fue prohibida en las radios Populares; las demás se hincharon. Los censores eclesiásticos le dieron hisopazo. ¿Qué criterios esgrimieron?... Mañana ensayo unas respuestas.

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