Diario de León

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ALIXA LE LLAMAN ahora al pueblo que siempre fue Alija, allá abajo donde el Órbigo ya quiere ser zamorano. Tengo yo a la equis por una letra borde, desagradable, mal cruzada y equívoca que en griego suena como jota, en castellano a ce y ese juntas, y en asturiano a imposible silbo entre dientes que dice shialé a lo que escriben xalé y resulta ser chalet. No hay acuerdo. La cosa, entonces, es por qué le llaman ahora Alixa a ese pueblón de entraña y mucha historia en el que cuidan con primor la memoria de costumbres o indumentarias, lo suyo. Es un arcaísmo mal sacado por los pelos de legajos y viejas actas parroquiales en los que podía escribirse el sonido de la jota con equis (viejo vicio de latinigriegos con sotana), pero como jota se pronunciaba: Alija, cojones. Hacer arqueología del lenguaje es esnobismo de nacionalismos paletos y patrioteros, es buscar la diferencia por el perifollo y no por el nabo. ¿De qué se llama Xixón lo que los romanos bautizaron como Gigia? Al lleounesismo inventado le chiflan las equis. Antes, en los cartelones e indicadores donde se daba razón autonómica emborronaban sólo la palabra Castilla; hoy atacan también la jota de Junta y le plantan una equis, con lo que se queda en Xunta de Borrón y León. Es un lío. Es aquello de «si no puedes convencerles, confúndeles». Me indican que lo de Alixa es como trasvestir el nombre para la ocasión, un uso de moda en sus carnestolendas de birrias, guirrios y jurrus, que digo yo que también tendrían que llamarlos xurrus, que es lo más churro y consecuente. El pueblo ya sufrió y gozó hace décadas el cambio del nombre que entonces figuraba en todo catastro y en todos los hablares como Alija de los Melones. El secretario promovió en los sesenta un cambio de denominación que dejó los melones en el secano de la memoria y puso allí un infantado; todos encantados; de un salto imposible se pasó ser ser labrantines a descender directamente de la pata trasera del caballo de un infanzón Quiñones u Osorio. Pero esto de Alixa ya es un rizo pijotero que evoca a los Alexis, Vanesas y este tiempo de exotismos alquilados o impostados. Alixa, además, suena a marca de laca o fijador, amén de introducir otro equívoco que desorienta al transeúnte o al lector. Tiene algo de tocar los coxones, de xoder, de xuntar el hambre con las ganas de ser xinete. Es, en fin, bobada.

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