Diario de León

CORNADA DE LOBO

¿Y el obispillo?

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ENTERRAR LA SARDINA es cosa que no cuadra, pues es a partir de hoy cuando la abstinencia decretada obligaba a comer pescado y chupar raspa en un ramadán cristiano de cuarenta días y una semana más de pasiones y contricciones más falsas que las mulas de Cabo. La sardina la enterraría el abad o el hidalgo que podían exhumar del horno el rodaballo, el besugo o la empandada de lamprea, pero el pueblo llano ¿de qué sepulta lo que mañana será dieta obligada? Sería más lógico que se enterrara el solomillo, una pata de gocho, un sanjacobo... aunque en tocando asuntos de carne y de pescado, la solución cuaresmal también la tenían aquellas abadías que lanzando un orondo cochino al río, lo pescaban a continuación con garrafa o fisga y ya no era carne, sino legalmente pescado; ya no era delito, sino virtud y precepto. Para el pueblo pobre quedaban las orejas del bacalao con patatas muchas. Los que ya llevan tiempo enterrados y bien muertos son los propios carnavales. Los mataron al amanecer ayuntamientos y casinos. Los poderes contra los que antes se dirigía la ceremonia bufa de burlas vestidas y chirigotas con veneno son los que ahora pagan y organizan la carnavalada, la domestican y se arriman el ascua a su escabeche. Carnaval ya no es cosa que aguce el ingenio ni trastoque el orden o la rutina, sino que se conforma con la mascarada vulgar y copiada, el disfraz de los delirios televisivos y el baile en rebaño o en desfiles, marcialidad, oiga, no se salgan de la fila. La transgresión está prohibida o mal vista. Aún tenemos que aprender y envidiar aquellas «fiestas de locos» que nacieron medievalmente en monasterios y estudiantados donde al guaje más pequeño le revestían de obispillo y oficiaba en la jornada de la carne bendiciendo la burla y consagrando el tragar, dando licencia al desmán y trastocando lo establecido. ¿Quién se atreve hoy a la carnavalada en sus ocupaciones y oficios? ¿Iría ayer un concejal de obras a su despacho municipal disfrazado de ladrillo y de cohecho?... ¡Cosas tienes!, así va todo el año. En campaña electoral todo el mundo se disfraza de promesa y, además, se pone serio. Eso sí es un buen chiste y gran mascarada que domina fotos y paisajes de estos días. El Carnaval ha muerto. La careta es su heredera universal. Para este viaje no necesitábamos alforjas.

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