CORNADA DE LOBO
Coño, qué frío
LA MEJOR NOTICIA del comienzo de campaña fue la nieve que ningún lobo se había comido, soplido polar que espabila el cogote devolviéndonos cierta fe en el clima, fe abollada, pues el tiempo y sus elementos ya casi no son lo único en que podía creerse. Esto que ahora llaman temporal, siendo lo propio de la estación y no gran cosa, consiguió poner de acuerdo a todos los políticos que se sumaron al teatrillo de fotos e inauguraciones de campaña con ese ritual simulacro de pegada de carteles; por primera vez en la historia de campañas electorales, todos ellos, sin excepción, iniciaron sus pronunciamientos programáticos con la misma frase, unanimidad impensable; todos, aquí y en Murcia, en Segovia o en Huelva, formularon con solemnidad y temblor de carnes la misma declaración: «Coño, qué frío hace». Hubo consenso; el clima es lo único que nos une. Después, cada cual ató su burra a la cantinela consabida anunciando temporada de rebajas en la tienda de las promesas o denunciando que el restaurante de enfrente, el de la competencia, tiene más caro el menú del día y, además, es menú patatero, zapatero, marianista o lleno de berzas. Pero la gente les hizo caso omiso y también la calle de España fue unánime en sus declaraciones: «Coño, qué frío hace». De esto, y sólo de esto, tuvo que hablar la gente; primero, porque es sin duda la mejor noticia, la que garantiza esa promesa de bienes que siempre viene bajo el brazo de la nieve como una hogaza que el invierno casi nunca olvida; y segundo, porque hablar de políticas y programas lo han reducido los señoritos líderes a una pugna monedera de rebajas en impuestos, calderillas sanitarias y chocolates de loro. No hay color, son lo mismo, se dice en bares y pelus, no hay mensaje nuevo, no hay ideología ni en la errática izquierda que ni busca un ideal que murió, así que mítines y caravanas de altavoz y cartelerías se diseñan como pandero sin sonajas, monocorde, poco creíble. Lo saben bien las empresas de marketing que gestionan las elecciones a los partidos: redúzcase el programa a fragmentos y titulares, que sean las ideas bombilla de colorín y serpentinas, limítese a buscar impacto y veinte segundos de telediario. Al final, ni las palabras luchan, sólo compiten siglas, o sea, marcas. La gente pasa. Y cuando pasen las nieves, hablarán de fútbol.