Diario de León

El paisanaje

Examen de la suegra

Publicado por
Antonio Núñez
León

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SEGÚN PUDO escucharse el martes en los cotilleos de la radio y la televisión fue pillada copiando en los exámanes de la Universidad Nacional de Educación a Distancia cierta buena señora, que, al verse en tan incómodo trance y tras ser expeditivamente expulsada de la prueba, sólo acertó a decir a la presidenta del tribunal aquello tan castizo de «no sabe usted con quién está hablando». Tras identificarse de tal guisa, la presidenta se limitó, a su vez, a contestar con un «a mí me da igual, porque la que preside es mi menda y coja usted puerta». Situaciones como esta forman parte del costumbrismo y del folclore nacional, hasta el punto de que es raro el conductor o el guardia civil de tráfico que no hayan pasado por circunstancias parecidas, dado que en España el que más y el que menos tiene un pariente o un primo de sargento para arriba, el cual viene a ser para el coche familiar lo que una oenegé para un chino o un indio de la India, donde abundan también las familias numerosas. Hasta aquí todo normal, según el jefe del puesto de la Guardia Civil de mi pueblo, al que, por larga experiencia propia, este tipo de atestados le resbalan por el medallero y ya ni le inmutan. «Bien hecho», se limitó a contestar con displicencia al conocer la noticia, «¿y cómo decís que se llama esa a la que echaron del examen?». «De nombre de pila no me acuerdo», respondió un servidor, «pero tengo oído que era asturiana, se apellidaba Rocasolano y tiene una hija casadera de nombre Letizia». Ahí se acabó la conversadera, como dicen en el programa de María Teresa Campos, porque a continuación el guardia caló el tricornio hasta las cejas, puso los ojos como platos, se comió materialmente el talonario de las multas y apenas acertó a farfullar luego algo así como «quieto todo el mundo». Desde el 23-F de Tejero servidor no había visto nada parecido y eso que lo vivió en directo. Indagando afanosamente sobre la cuestión uno no ha podido encontrar pruebas sobre la identidad exacta de la protagonista del lance, porque ni luego salió en los periódicos salvo una breve gacetilla en La Vanguardia de Barcelona, ni fue desmentido por quien se supone que tenía que hacerlo. Es lo que le dije yo a mi señora: «los Núñez y los Martínez no, pero los Rocasolano abundan por ahí como las piedras, das una patada en el suelo y, zas, te salen ciento y la madre, así que tú tranquila». Ya sean los Rocasolano que algunos malintencionados suponen o ya sea una rama bastarda de la familia, nada justifica que el caso de la opositora suspendida no haya encontrado apenas hueco en la prensa escrita, un fallo que modestamente servidor intenta ahora corregir desde estas pobrinas líneas. Sucesos ejemplares como éste, sea cual sea el árbol genealógico de la protagonista, interesan, como mínimo, a cinco millones de estudiantes, potenciales opositores despúes en toda España a cualquier chollo de la nómina del Estado. Incluso debería interesarles a Rajoy y Zapatero cuando prometen pleno empleo en los mítines. ¿Se imagina alguien que se levantara un paisano cabreado, en paro y con la cuenta corriente de la hipoteca en números rojos cuando le piden el voto y soltara el clásico «¿oiga, sabe usted con quién está hablando?». Esto es elemental. Hablando se entiende la gente y por eso uno lamenta el escaso eco mediático, como se dice ahora, de los Rocasolano de toda la vida. Esto no es Inglaterra, donde en el palacio de Buckingham la monarquía está harto distanciada del pueblo y no tiene nada más en común con él que la ginebra de la Reina Madre. Que, por lo demás, no es poco. Noticias de última hora aseguran que la tal Rocasolano se llama Paloma de nombre de pila, es madre de la colega Letizia Ortiz y va camino de conversirse en suegra del futuro rey de España. Lo dice en su edicición digital el diario chileno El Mercurio , que se publica en Santiago, allá en las antípodas, aquí por supuesto no. Por si alguien quiere consultarlo en Internet su dirección es «www.lun.com». «El curioso hecho», según el rotativo andino, «ocurrió el 13 de febrero pasado mientras la futura suegra del príncipe Felipe pasaba un examen sobre la historia de Grecia» y la pilló la profesora. Aunque no fuera cierto lo que se dice por ahí, que seguramente no lo es -se lo juro a su señoría el juez de guardia- la Casa Real Española debería redactar un comunicado oficial del siguiente estilo: «nada es verdad ni mentira, ni hay enchufes, recomendaciones y demás, pero ha dicho su Alteza que lo que, a su vez, dicen las malas lenguas, demuestra lo incardinados que están los Borbones en las costumbres del pueblo, como su tatarabuela Isabel II, la Chata. España cañí.

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