Diario de León

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«SI ELLOS NO SABEN qué hacer con este edificio, que me dejen a mí; en un mes lo abro», dijo el alcalde sobre una montaña que, entre estertores, parió un ratón (de internet en busca de un cybercafé para machacársela). Pallarés, ese edificio, es una borrachera de mentiras e incompetencias, incluídas las del propio alcalde que ha sacado la lengua a pacer con expeditivas soluciones de un mes (y que tanto recuerdan a ese mastuerzo absolutista que vocea en el bar asegurando que si le dejan a él el asunto del terrorismo lo resuelve en diez minutos). ¿Un mes?... Cuatro años lo tuvo él bajo su gobierno (era vicepresidente de la Diputación) y el resumen de su mandado en este edificio y proyecto quedaría así: los doscientos cuarenta millones estimados para su rehabilitación que habíamos propuesto (afortunada y lamentablemente soy causa original de este pecado) se convirtieron bajo su gobierno en una morterada de más de mil en uno de los más vergonzantes despilfarros de las arcas provinciales, millones y millones que engulleron constructoras y subcontratas para nada, pues inútil siguió el invento e inútil lo cedieron; dejaron perder los ciento cincuenta millones que habíamos conseguido de la Junta y otros noventa del ayuntamiento; a puto dedo nombraron arquitecto a uno de la cuerda que interpretó la cosa a su bola reinventando y desfigurando un edificio catalogado en el que se desolló y desfiguró su pellejo original hasta el delito (nadie pidió cuentas); pero se rubricó la fechoría plantando en el culo de este disparate, allí está, una placa de piedra con el nombre de estos genios, obscenidad figurante e inaugurante de la que no sólo Cascos es vicioso. Tela. Mucha tela. Después llegó el PP y, sobre esta desfachatez e ineptitud, le fue fácil perpetrar su propio delito, que fue aún más enorme, se zafó del compromiso, se cagó en el sueño cultural que prometía y enajenó sin vergüenza la cosa con asentimiento y hasta aplauso de diputados socialistas que, a fe cierta, pensaron que con el dinero de la venta de esta traición se harían después un frontón en su pueblo con cargo a «planes provinciales». Así que, por prudencia, ya que no por vergüenza ausente, cállese, señor Fernández, cállese. Y mañana mismo hablamos de los destinos peregrinos que a usted se le ocurren ahora para este desastre.

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