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Los herederos a la Corona cumplen con la tradición que se remonta al siglo XVIII

El Príncipe y Letizia Ortiz, aclamados en su visita al Cristo de Medinaceli

La futura reina estrechó manos, besó y se dejó besar mientras escuchaba todo tipo de piropos

Publicado por
Tomás García - madrid
León

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El pueblo está entregado. El pueblo los adora. «¡Qué guapos son!», gritó una señora sin poder contenerse. La simpatía que despierta la real pareja es como una bola de nieve que crece y se agiganta a medida que se acerca el 22 de mayo. El príncipe Felipe y su prometida, Letizia Ortiz, descendieron de un flamante Mercedes a las diez de la mañana. Cientos de personas -la policía apenas podía sujetar las vallas de protección- se agolpaban a la entrada de la iglesia de Jesús de Medinaceli. Expresiones de júbilo, comentarios en voz alta, risas nerviosas y algún que otro empujón se mezclaron en el aire momentos antes de su llegada. «¡Oiga, por favor, que llevamos aquí desde la cinco de la mañana!», le increpó con buenas maneras una dama a un viejecito. El Príncipe apareció con traje oscuro, camisa azul y una corbata a rayas. Ella vestía pantalón y jersey negros -la falda se la pone a regañadientes- y un abrigo de lana jaspeado en tonos blancos y negros. Con andares seguros y bolso en bandolera, la futura princesa de Asturias le ha cogido perfectamente el aire a lo que debe de ser la espontaneidad sin estridencias. Estrechó la mano a la ciudadanía, besó, se dejó besar y -siempre sonriente- aceptó un estampita de Jesús de Medinaceli que le regaló un espontáneo. «Se debería retirar el pelo de la cara», comentó una señora. «¡Déjala, que así está muy bien!», replicó su amiga. «¡Qué ojos!», exclamó una voz femenina de unas filas más atrás. El Príncipe, a su lado, estaba feliz. El heredero de la Corona y su prometida cumplieron con una tradición que se remonta al siglo XVIII. El primer viernes de marzo un miembro de la familia real (o varios) acude a venerar la imagen de Jesús de Medinaceli, situada en la basílica de los Hermanos Franciscanos Capuchinos. Es costumbre besar los pies del Cristo, rezar una oración y pedir tres deseos.

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