Diario de León

CORNADA DE LOBO

Dueños y dueñas

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MURIÓ LÁZARO, el que resucitaba lenguas, y puso Luis en Protagonistas un retazo de una vieja entrevista en la que también había dardos contra los periodistas deportivos en primera instancia y contra todos los que torcemos el hablar después. Se refirió al saludo formulario que se emplea entre los socialistas, «compañeros y compañeras», y Carreter ironizó sobre este guiño electoralista y redundante alegando que, por lo mismo, esos alcaldes deberían extender la fórmula y la literalidad a todas sus notificaciones o decretos, quedando la cosa así, por ejemplo: «Aviso a los dueños y dueñas de perros y perras». El término compañeros no me suena nada bien por varias razones. Es palabra sustituta que barrió de discursos e ideas el concepto «camarada», palabra de honda raíz y compromiso, que fue desde los orígenes del socialismo su santo y seña, declaración de auxilio mutuo en la lucha... final. El fascismo llegó después copiando a los rojos emblemas y hasta colores (los de la bandera de la Falange son los del anarquismo, «rosso y nero», aunque en camisa se quedaron con el azul mahón, que mira que es color feo de cojones apretados con cuerda). En el Fascio eran camaradas y en la Oje, la falangina, mucho más, «yo tenía un camarada...». Y los nazis, «kamaraden». Hoy, el término camarada ya casi no lo utilizan ni los comunistas, entre los que pervive, pero sigue siendo palabra más guapa que compañero, «persona que se acompaña de otra en su vida, trabajo, juego...». Camarada es «persona que acompaña a otra y vive y come con ella», entraña una relación de confianza y compromiso, late en su fondo un juramento de verdad y ley. Compañero lo es el imbécil soplagaitas que te tocó en el pupitre o en el curso, compañero es el esquirol chivato que trabaja en tu empresa o ese tuercebotas con el que juegas al mus y te estrapaya un órdago. Dígase, pues, camarada, correligionario, gente que comparte fe y acción. Y si me llamas compañero, déjamelo en compay, que tiene solapada su hondura, tiene son, salsa y moje, o sea, dawn. Como camarada es palabra sin sexo, los mítines empezarían sin ese precisar lo masculino y femenino. Claro, que vendría después algún listo proclamando en sus homilías de pabellón eso de «camaradas varones y camaradas hembras»...

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