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CRÉMER CONTRA CRÉMER

La teta de Janet Jackson

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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ÉRASE una vez un país de las maravillas en el cual no se conocía una teta, posiblemente porque los niños, una vez nacidos, eran alimentados por los pájaros. Los habitantes del País de las nuevas maravillas, eran los seres más puritanos, más selectos, más prudentes, más reprimidos del mundo, lo que se tenía por un mérito solamente otorgado a los seres humanos del planeta Tierra por los dioses del Olimpo. Y no es porque los tales prudentes señores y señoras se repelieran entre sí, se evitaran cuidadosamente como aquellos severísimos ascetas del medievo ocultos en las montañas más inaccesibles para evitar tentaciones, sino porque los grandes brujos de la tribu habían decidido que mirar a las señoras no era prudente, pues por el humo se sabe donde está el fuego, y que lo que de verdad convenía a la salud de la comunidad eran privarse del llamado comercio carnal entre seres de distinto género y dedicar su tiempo a la meditación y a la lectura del Kempis. Lo cual resultaba contradictorio con los comportamientos habituales del personal, que ardía como la yesca así que le salía una muchacha de esas que parecen pedir guerra atómica a su paso. Y esta incongruencia se manifestaba en sus obras cinematográficas, tan solicitadas por los estudiantes de bachillerato, en cuyos guiones quedaban reflejados instintos, tentaciones e inclinaciones, que denunciaban justamente una tendencia más bien excesiva por la contemplación y admiración de partes significativas de la mujer. Por ejemplo, como este del que guardo memoria: «Plano de una calle de la ciudad. La cámara recoge un lugar señalado para la espera del tranvía. Dos muchachos se acercan a la parada y se preguntan: «Por favor, señorita, ¿este autobús pasa por la GranVía? «Pues sí señor, creo que este autobús pasa por la Gran Vía» «Pues muchas gracias» «No hay de qué». Se produce un travelling, que no sé lo que es, y la pareja que se había encontrado casualmente en la parada del autobús, aparece ahora en la cama, dándose revolcones que más bien parecían lucha de caimanes hambrientos o sedientos... Y las gentes del país de las maravillas, se solazaba, se encendía como la yesca ante las escenas desnudas, nunca mejor empleado el término. Hasta que pasada una hora de refocilamiento, aparecía la palabra fin. Bueno, pues en ese paradisiaco país de las nuevas maravillas, sucedió un día que a una danzanta y cantora se le desabrochó el corpiño y se le salió una teta. Las gentes aceptaron la situación como algo perfectamente natural, dado que además de que la teta era de la tonadillera, el respetable estaba acostumbrado a situaciones mucho más escabrosas, sin que se les cayeran los anillos. Bueno, pues en esto va el Señor de los Anillos, que gobernaba en la tribu y decretó pena de aislamiento para la infeliz y bella portadora de la teta pecadora, como si en su libro de rezos no apareciera por ejemplo la virgen dando de mamar al Niño Jesús, y anunció que como se siguiera tan deplorable ejemplo como el de enseñar una teta, impondría la pena de muerte, que era una sentencia que la parecía muy propia y a la que recurría frecuentemente.

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