CRÉMER CONTRA CRÉMER
El aburrimiento electoral
VERÁ usted, Doña Antonia: Yo no soy nada educado, ni prudente, ni discreto, ni nada de lo que hoy se usa y se tira. Tal vez porque mis padres y mis madres se veían obligados a trabajar de sol a sombra, como era costumbre, no tenían tiempo para dotarme de un cierto caudal de educación, tal como se enciende entre los niños de algodón. Más bien tiraba a cabrito de monte, a chico de la calle, que nada de lo que sabía lo había aprendido en los libros ni siguiendo el consejo del buen fraile que se había comprometido a hacer de mí un hombre de provecho. De modo que cuando de entre la muchedumbre de consejeros áulicos de que disponen los partidos políticos, surge una voz autorizada aconsejando, por ejemplo, a las gentes educadísimas del PP que se dejen de eleccionamientos verbales por las buenas y se dispongan a reñir cruda batalla contra el enemigo, dado que, por lo del socialismo de guante blanco y lo de centrismo civilizado, la función electoral está resultando más aburrida que un churro de verbena tanzania. Y va y le dicen a Sr. Rajoy, que es hombre típicamente gallego y finamente preparado para la vida moderna, que hay que enconar el discurso y dejarse de galanteos florales, que en realidad está metiendo el dedo en el ojo de la cuestión. Porque, señores y señoras, estas elecciones que estamos elaborando a brazo están resultando más sosas que el agua de fregar. Nadie levanta el grito y a todos parece que les han investido de doctores de matemáticas con la obligación de enseñar la tabla de sumar al electorado. Salvo en casos tan extremosos y divertidos de Don José María Rodríguez de Francisco y de los grandes express europeos, el cual líder de la Unión del Pueblo Leonés y berciano, que además de mando supremo de los leonesistas es teniente de alcalde y de jardines del ilustre Ayuntamiento de Don Francisco Fernández, cuando se le calienta la boca o los rivales le provocan, dice lo que siente y hasta se supone que siente lo que dice. Y entonces la función electoral toma un acento divertido como de comedia de Jardiel Poncela, y los electores se preparan para votar con alegría y hasta con cánticos de lo más zaragatero, dedicados a sus competidores. Como, por ejemplo, es un decir, cuando asegura que «votar, en estos momentos culminantes de la historia moderna de España al PP es votar fascismo»; o cuando, después de alegar los muchos méritos que adornan a su partido declara: «que el PP y el Partido Socialista habían machacado durante los últimos años a León» o cuando acoge la nominación del juez Don José Antonio Alonso, número 1 para el Congreso, por influencia directa de Don José Luis R. Zapatero, con esta descarga de adrenalina: se trata de un candidato cunero, o cuando mencionando a Don Juan Morano, conocido entre el electorado por su singular manera de entender la política municipal y espesa, denuncia que deberá tener cero votos. El resto de los partidos actuantes y rampantes calla y se aferra a su doctrina ideológica de tirar la piedra envuelta en sedas y esconder la mano, mientras el personal llamado a las urnas se aburre como una vaca parda alpina en el desierto. Yo, señora, soy de la opinión de que donde está una campaña electoral, vivaz, agresiva y elocuente que se quiten estos estados silenciosos en los cuales se producen nombres desconocidos y se aconseja ocultar la cabeza bajo el ala para no enterarse de nada.