Diario de León

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ENFLAQUECE de turistas y mengua de interés la parte leonesa de Picos de Europa. Covadonga y Fuente Dé chiflan más y capan la gocha, la apiolan, la destazan y en sus varales cuelga la tocinada. En el macizo occidental de Sajambre y Valdeón hay cuaresmas en el menú y con berzas o sobras se va tirando... por el barranco abajo. Los expertos se están aplicando urgentemente al cuento y ya sólo les cabe una duda: dar unto y brea al casco del buque o ponerle la cebada al rabo a esta burra que adolece. Dicen las cuentas que en la parte leonesa se ha perdido un veinte por ciento de visitantes. Si se analiza el dato, es ruina. Si se compara, es catástrofe y desolación. Hay por allí un cubero jubilado que ya no ensambla duelas de tonel, pero sigue teniendo ojo de balanza y asegura que «cuando los turistas aumentan es porque salen del lugar predicando y contagiando; si decrecen, es que salen maldiciendo». ¿Qué les pasó a los que no volvieron o qué les han dicho a los que no han querido venir? La espectacularidad de Picos no es menor en esta parte, luego no puede echarse la culpa al paisaje; el Llambrión, Torrecerredo o la garganta del Cares son inocentes en este punto. Nos quedan entonces los pueblos, las casas y las gentes. Averígüese en este derrotero la razón de la menguancia. Lo peor de Picos es que tienen tres entradas, tres provincias, tres modos y... las comparaciones son inevitables en plantearse y odiosas en sus resultados. ¿Quién cuidó mejor sus pueblos y entornos, sus arquitecturas tradicionales, sus artes? ¿Quién supo mimar al que por el camino llega? ¿Quién sorprendió al viajero con espectáculo natural, abrigo, cuidado y buena mesa?... En Valdeón y Sajambre no hubo celo en proteger convenientemente su patrimonio; las aberraciones urbanísticas de Posada hieren la mirada y sublevan (bloques, naves industriales, apaños y atropos indican que cada cual va por su veredita y su interés en una maraña de conflictos). Hay obra pública en Sajambre que es cuchillada gigante en el mismo pecho del espectáculo de hayedos y peñas. Hay decepción. A los señoritos de León les vale aquello como cazadero y poco más (no extraña que quieran pasarse a Asturias). En el macizo leonés la paisanada está quejumbrosa, le cruje el gesto. Así no se hacen amigos. El turista lo nota, pide la cuenta y se larga a donde le sonrían.

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