CORNADA DE LOBO
Fe de plástico
ANTEAYER PERDIÓ del todo la fe política Demetrio Roces Suárez en sus ochenta, toda una vida de rabias y sueños por el triunfo de la cultura, el trabajo con honra y la igualdad. Demetrio es un soñador, ese es su problema. Perder la fe fue cosa de unas banderas. Él fue siempre de bandería militante y lealtad inquebrantable, le da mucha importancia al trapo de la enseña, su vieja tricolor republicana y su rojísima bandera internacionalista agitada al viento como una muleta para torear a los ángeles con cuernos que contrata el dictador y el capital (es algo poeta además de ferroviario en vía muerta). Fue el otro día a un mitin del líder. Abarrote y hasta el bote. Se preñaron las gradas y parieron aplausos con tremolar de banderas... todas iguales, uniformidad. Demetrio se acuerda de otros mítines, otras banderas, cada cual la que bordó o aparejó, grandes, pequeñas, la de raso de la sede, aquella otra que recosieron las juventudes... Tampoco vio pancartas con ideas o lemas, un sueño dibujado, un grito en letra; sólo cartelón electoral y logotipo gigante, pantalla y espectáculo diseñado por un solo mercader. Las banderas no son banderas, sino emblemas de campaña, bandera contaminada de publicidad como camiseta de futbolista, bandera de imagen y mercado... De toda la puesta en escena, se encarga una empresa; y la grada dice lo que la empresa dice. Esas banderas hacen la ola cada vez que el telonero proclama lo que el público espera escuchar. Vítores y banderazos. Pero, silencio, habla el líder. Cada cuatro o cinco frases hay que aplaudir a rabiar y agitar banderas. El líder dice nada de nuevo, piensa Demetrio; a estas alturas de campaña poco se ingenia ya, aunque el piloto de una cámara parpadee y cambie el tono del orador porque conectan con el telediario. Así que no entiende el desaforado entusiasmo de una paisana que a su lado menea el trapo hasta que le alcanza con un banderazo en la cara que Demetrio intenta esquivar echándose atrás, perdiendo el pie y arreándose un guarrazo al caer de la butaca como quien cae del burro ante Damasco. Fue revelación; comprobó que aquellas banderas eran de plástico, se lo juro, puro plástico, insultante material, ni siquiera tela barata. Me temo, se dijo, que las ideas también sean de plástico; y las promesas, de zanahoria. Demetrio, entonces, perdió la fe.