CRÉMER CONTRA CRÉMER
El padre y las elecciones
PARA CUANDO este parte de guerra aparezca en los tablones de sucesos ya se habrá decidido quienes, de entre los miles de candidatos a la mano de Doña Leonor, lo han conseguido y cuantos para su desolación, quedaron en la cuneta; que esos son los designios de la Providencia y no vale de nada que nos cubramos de ceniza ni mucho menos que rompamos nuestras vestiduras. Decía el filósofo de mi pueblo: «Galán, lo que tiene que ser, será y si es así ¿para qué alterarte ante el resultado de lo que dais en llamar consulta al pueblo, si el pueblo no pinta nada?» Y echando una mirada hacia atrás, sin ira, advertimos el gran fallo de la catequesis electoral y de sus sacerdotes laicos: en los programas que se han compuesto, con la aportación generosa de los cerebros mejor amueblados del lugar, se nos ha olvidado, proponer para el discurso misionero, nada menos que la gigantesca figura del Padre. Precisamente en este mismo mes de marzo, los hijos, los descendientes, los herederos, se disponen a cumplir con el mito de la celebración de El día del Padre, que viene a ser como el Día de la Madre, pero en varón o como el Día del Seminario. Durante el tiempo de propaganda electoral, centenares o millares de directores de la zarabanda han extendido, para general conocimiento y demás efectos, los temas que pudieran valer para mover la intención de los electores, como puede ser lo de todos juntos, ganaremos o por la España que nos merecemos, o cosas así. Y se menciona la disposición de todos y cada uno de los candidatos: subiremos los jornalillos y rebajaremos los impuestos: construiremos carreteras y viviendas y fuentes con agua. Y abriremos Centros de Acogimiento para ancianos y refugios para peregrinantes... y la luna. Bueno todavía la luna no, pero sí Marte. Los pregoneros de la felicidad aprovecharon la baratura de los trenes de alta velocidad, para proponer medidas contra la violencia, y vigilancia especial para las mujeres maltratadas y colegios de alta calidad para los niños... Sí, pero ¿y los padres? ¿Nadie se acuerda de los padres? Es significativa esta ilusión del Padre como objetivo de los planes del futuro, como si con lo de la inseminación artificial se hubiera conseguido borrarles del mapa, o en vista de que la mujer hace las mismas cosas que el hombre, solamente que mejoradas, se hubiera decidido prescindir del padre para el mejor equilibrio y prosperidad de la sociedad. El Padre está en sus horas más bajas. Muy pocos ya le tienen en cuenta en la hora fundamental de procrear, de educar con el ejemplo y de establecer reglas mediante las cuales los hijos conseguirán liberarse del alcohol, del tabaco, del botellón sonoro y de la policía urbana de las ciudades del anterior. Ni lo señores socialistas, independentistas de La Corredera, han acogido en sus programas electorales la tremenda figura mística y heroica del padre. Como si este no existiera, como si a la sociedad le sobrarán los padres, como si los hijos se hubieran acostumbrado a nacer sin padres. Pagaremos las consecuencias de nuestra ingratitud, aunque sigan prodigándose hombres como el Feliso, un leonés como ideado por el marqués de Bradomin, bajo, feo y sentimental, el cual cuando le dicen: «Coño, te has quedado en nada», responde: «Es que yo soy hijo de un solo padre».