Diario de León
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LUIS ARTIGUE
León

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NO A las guerras, no al terrorismo, no a la violencia... Eso es todo lo que tengo que decir sobre el caos y la matanza dantesca de Madrid. Ésa es toda la publicidad que debiéramos hacerles a los asesinos. Por lo demás queda claro que vivimos tiempos cruciales en los que se hace preciso, de parte de cada uno de nosotros, mucha responsabilidad cívica. Todo posicionamiento debe ser previamente individual. Nada debe darse por sentado. Se hace preciso tener una opinión propia nacida de la información y la reflexión. Se hace necesario no perder la esperanza, ni las convicciones, ni los sueños. Votar en democracia se parece a defender el lugar que cada uno quiere tener en el mundo. Votar es ayudar a construir, es hacer frente al caos. Luego quizá nuestros gobernantes nos decepcionen, nos desatiendan o hasta nos ninguneen pero tendremos entonces la convicción moral de que nosotros participamos y fueron ellos quienes traicionaron nuestro voto y se traicionaron a sí mismos. Por eso en tal caso protestaremos con más legitimidad. Pero también puede ser todo de otra forma, y quienes gobiernan pueden hacernos sentir por un instante orgullosos. A mí me gusta pensar que el programa político de un partido es una forma de ver el país, y una forma de concebir la existencia. Votemos pues sin beligerancia, sin odios fatuos ni bipolaridades primarias a aquel partido cuyo programa esté más acorde con nuestra visión de la vida; o votemos en blanco como protesta si estamos desencantados con los discursos de todos. Cualquiera de las opciones democráticas es legítima y útil, sí, salvo la indiferencia y el pasotismo que nunca ayudan a mejorar las cosas. Sí, frente a la monstruosidad nuestra ética colectiva y nuestros mejores valores individuales; frente al caos y el fanatismo nuestra serenidad y la pausada respuesta de nuestra inteligencia emocional; frente a las bombas la ley; frente al mal absoluto los hermosos colores de nuestros proyectos y sueños; frente a ellos nosotros. No se puede mirar hacia otro lado, ni pasar, ni olvidar, ni no conmoverse, ni no votar. Visto lo visto y sentido lo sentido no se puede permanecer indiferente, impasible o indeciso. Ya todos los días debieran ser una jornada de reflexión. Estamos espiritual, ideológica y afectivamente con las víctimas y sus familias, y siempre lo estaremos. Nos sentimos vinculados a su dolor, el cual nos duele y nos obliga. Ayudamos. Arrimamos solidariamente el hombro en los malos momentos, esos en los que hacemos patente que el país es de todos y todos debemos colaborar con un verso en el poema de nuestra sociedad. Siempre hay por ahí quien cree que está en guerra, y quienes ya no tenemos el alma ni el ánimo para guerras ni paces. Cuesta trabajo comprender a estos ingenieros de la muerte, los que han diseñado y provocado el caos vital de Madrid, como cuesta trabajo meterse en la cabeza de Jack el Destripador. Lo cierto es que este caos no tiene nada de valiente, ni nada de religioso, ni nada de político. No tiene sentido ni tiene perdón. No, esta crueldad no se parece en nada a la política, pues la política moderna, con todos sus defectos, tiene que ver con la organización, con la unión, con el anhelo de mejorar y prosperar, con la solidaridad colectiva, con el día a día, con el codo con codo. Mañana nosotros, al elegir a nuestros gobernantes, estaremos diciéndonos a nosotros mismos cómo queremos que sean los próximos años de nuestra vida colectiva, y eso sí será un acto de compromiso político y lucha a favor de nuestro pueblo. Mientras hoy, en esta jornada de reflexión, quiero dedicar desde lo más profundo de mí esta columna a todos los que, como yo, no alcanzan a entender en virtud de qué ideal religioso o nacionalista, por sagrado e importante que sea, se puede pensar y materializar tal atrocidad. No al terrosismo. No a las guerras. Sí a la vida. Viva la humanidad.

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