Diario de León

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HOY SE VOTA con dolor atragantado, con la cara de la bestia ya delante y con el terror agazapado en nuestro patio. Hubo detenciones, velos ahí, la mano del crimen, aunque falten otras manos, musulmanes de Corán antiguo y reventón con marcapáginas de trilita. Somos vulnerables; así lo comprobaron allá del mar cuando las Torres Gemelas. Somos frágiles. Nos pueden joder vivos de doscientos en doscientos o de mil en mil; ahí está el prólogo de estas carnicerías escrito hace tres días en unos trenes y en la memoria de lo imborrable. El miedo ya no es libre; está grapado a nuestras caras y hasta en nuestros pasos. Ese miedo reboza aún la pura pena que late en la herida nacional, en el luto por los enterrados y en el dolor con los que se duelen. Pero el crimen ya tiene rostro y a él miramos todos en este día en el que los muertos van al hoyo y los vivos al bollo... electoral, que es lo que cuenta y se recuenta. El rostro del islamismo aniquilador desactiva la vía etarra, pero no las sospechas que sitúan a ésta en algún cruce del plan destructor o su maquinación. Esto es más miedo aún. Son bestias acorraladas, las más peligrosas en sus respuestas devastadoras y suicidas. La tropa fundamentalista se conduce con ira desorbitada y busca hacer las cosas a lo grande, a lo bestia, se hacen novios de la muerte y conciben apocalipsis en cadena que jamás imaginarían Coppola y Spielberg. Somos vulnerables. Al Qaida acaba de hacer su presentación en esta plaza sabiendo que somos un país que ha hecho de la muerte terrorista una rutina, una cifra o una negociación sobre la mesa. Son ciegos de fe remachada a cantazos de libro sagrado y llegan a inmolarse en un órdago de dinamita en el que pierden la vida para ganarse un cielo con diez huríes por barba y un mahoma palmeándoles la espalda. Puesta en alfanjes, esta tropa es sanguinaria y despiadada como ninguna. Son pavor. Que Alá les confunda (y a nosotros que nos pille confesados). Así que hoy vota un miedo que jamás debe ser convocado o tolerado en vísperas de ira a las urnas, un miedo (y no digo terror) que infecta el voto libre y en paz, voto esposado todavía a una sangre caliente, voto secuestrado por nuestros propios fantasmas. Ese miedo no puede votar. Fuera.

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