Diario de León

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A LLAMAZARES no se le nota nada que es leonés de sangre y tierra, ni lo dice, aunque en los modos se delate inequívocamente que estudió en el seminario de Valderas y de allí le quedó ese tono de púlpito que le echa a su oratoria catequética. A Zapatero le llaman ahora vallisoletano en Pucela por ver si se arriman al favor o salen deudas de cuna y también su oratoria tiene un deje de ambón y bóveda de homilía. Pero del púlpito de Papes caen milagros y del de Gaspar condenaciones al llanto y al crujir de dientes. Uno anuncia la gloria y el otro un infierno del que quiere salir ahospado ofreciéndose sin condiciones al redentor; aquí me tienes para un gobierno de izquierdas, dijo en calidad de dueño moral de los votos que se le han fugado por la gatera hacia lo útil, que era largar a Aznar y a un Urdaci que ccoocea en sus noticias. A Llamazares le van a segar la hierba debajo de los pies en los altos comités de la Izquierda Reunida Geyper, se lo comerán con guarnición de tréboles, tréboles, a buscar el trébole en la noche de san Seván. No tiene talla, dicen los escocidos, nunca se ríe y, más que sentido del humor, tiene «resentido» y poca gracia. Así que, descapullado don Gaspar, la izquierda que se siente reserva de purezas doctrinales habrá de refundarse otra vez, resituarse, reinventarse en un mundo de todoterrenos para la nena y criadas bolivianas para fregarnos la mierda, cotas de progreso y riqueza que son el horizonte no confesado del obrerío y del pobre a la cola de la fortuna. Uno vota siempre por lo suyo, primero, contra el otro, después, y no tanto para que se arreglen todos, la colectividad, así que no se hable ahora tan ligeramente de votos de calidad democrática y admirable madurez cívica, porque hace unos meses esos mismos votos eran considerados como servidumbre inexplicable y vomitiva de unos pueblos enguarrados por peste de pretigioso crudo y untados después con morteradas de dinero público, pueblos que votaban «con madurez democrática» al torpe y al que miente. La democracia es una superstición, dice Forbes; haberla, hayla, pero casi nadie se la cree. Llamazares lo padece en cabeza propia. En estas praderas del dinero, la izquierda vende mal. La gente pide pasta y no desigualarse con los ricos. La cuenta corriente es una conquista democrática. «No nos falléis», le dijeron a Zapatero.

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