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CRÉMER CONTRA CRÉMER

Lo que piensan los pájaros

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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LO NECESITABA. Lo necesitamos, el mundo está cubierto de presagios, y por las calles corre la sangre, como denunciaba Neruda. Fulgurantes explosiones abaten la indómita arboleda del hombre. Nos matan por la espalda. Y somos inocentes de todas las culpas que se pudieran fundamentar para justificar la mano del asesino. Necesitamos aire fresco, luz y sonido. Todos los estampidos aparecen cómplices de los oscuros fantasmas de las agonías. España es una tierra hermosa, creadora de colores y con vocación de montaña sagrada. Todos queremos a España, y nos duele que desde los trincherones de los malditos se nos ametralle. En una de las embestidas de la bestia, más de doscientos seres humanos fueron abatidos por los furtivos del odio. Y salimos a la calle y buscamos como remedio de nuestra íntima turbación un libro de versos. Lo necesitaba. Lo necesitamos todos. Y un poeta de alta estirpe, que conoce la composición de las estrellas y domina el oficio, Luis López Anglada, nos ha proporcionado la medicación. Y no envía un libro de poemas de amor, sin canción desesperada como rúbrica, porque el poeta vive suspendido en el recuerdo de la amada, y mantiene la música bien acordada del soneto. Se títula, mágicamente el libro «Lo que piensan los pájaros», porque en el poeta bulle una pajarería musical que nos limpia el alma de negruras, de explosiones, de metralla y de muerte. «Vivir es bueno, todavía» es el lema de Anglada y de la maravilla de la vida hace un permanente motivo de amor. Los versos con los que Luis López Anglada, nos avisa sobre el misterio de las cosas que vuelan y de las que se desprenden con un aleteo de las verdes arboledas, donde el ruiseñor ensaya su cántico, con claros y serenos: «En la caliente arena de las dunas/ se imprimieron sus huellas./ Se ha sabido/ que alguien avisó al viento y desde entonces/ cambia de dirección, por no borrarlas». Milagrosamente el viento de la poesía de Anglada consigue cambiar los negros rumbos de un tiempo de congoja. Y no es casual que al frente de este copioso y delicado vuelo lírico, aparezca el nombre de Gustavo Alonso Bécquer, porque como el poeta de las «Rimas», Anglada busca fijar el vuelo de los pájaros de sangre, que dulcemente le mueven, para que queden como testimonios de tanto amor aleteando. El poeta, al cabo de un quehacer poético y vital que ha sobrepasado los límites permitidos por las aduanas, se ha sentido impulsado, obligado diría, a escribir en forma de hay-kais, una bellísima bandada de poemas mantenidos sobre las bases fundamentales del clasicismo ejemplar de unos sonetos que pasan a formar parte del más ilustre impulso antológico español. Cuando los pájaros, hay venida la tarde, buscan el nidal que les cobija, el poeta se pregunta. «¿Cuándo abrirán la fábrica de pájaros?» El libro, los pájaros de Anglada, guiados por el poeta Antonio Piedra, para la Fundación «Jorge Guillén», nos llegan directamente cuando más los necesitamos, cuando más lo necesita el mundo. El poeta con dolorido sentir advierte: Recuerda amor, que ahora que vuelven las oscuras golondrinas ya no serán las mismas que se fueron.

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