La vieira superlativa

El milagro afrodisiaco de la vieira superlativa, que amén de potenciador sexual se ha convertido en símbolo de los peregrinos que caminan hacia Santiago. O el plato más celtibérico que se ha conservado en el recetario español: las migas de pastor. Estos y otros secretos propios de un avezado conocedor de fogones y manteles fueron los que descubrió anoche Marcelino Cuevas a un público que escuchó con inevitable gula su sabrosa conferencia en el Club de Prensa. Cuevas, crítico de arte y de gastronomía de Diario de León, brindó a los espectadores un itinerario del Camino Francés sólo apto para paladares exquisitos, con un exhaustivo repaso a los quesos, los panes y los vinos -alimenos básicos de los primeros peregrinos-. Pero luego llegaron las ollas, regadas con los mejores caldos, desde el Somontano, al rioja, los riberas de Duero, los vinos de los Oteros y del Bierzo y los ribeiros gallegos. Siguió abriendo boca al respetable con los pucheros o cocidos que durante siglos fueron guiso principal y casi único de la cocina cristiana de España. Y terminó glosando uno a uno los platos más interesantes de las comunidades por las que discurre la milagrosa senda. Sin olvidar los suculentos postres de almendras que desde los Pirineos a Finisterre previenen al caminante de un eventual bajón de glucosa. De vinos, huevos y gallinas Y tornóse el conferenciante en trovador para referir varias anécdotas como la de un alcalde de un pueblo riojano que prohibió la circulación de carros por sus calles, para que las vibraciones no perjudicaran la fermentación de los preciados mostos. O la defensa que del huevo hizo Santo Tomás de Aquino, para que éste no dejara de tener la consideración de alimento válido para el tiempo de cuaresma. Así como la tantas veces repetida historia de la milagrosa gallina de Santo Domingo de La Calzada, que cantó después de asada. Recordó los antecedentes históricos que identifican el Camino de Santiago con Alfonso X el Sabio, que fue el primero en exigir un trato especial para los peregrinos. Y, cómo no, citó el verbo ágil de algún alegre poeta que rimó sus mejores versos al calor de un buen vino -caso de Gonzalo de Berceo-. Cuevas, degustador confeso de libros de gastronomía y coleccionista impenitente, con más de mil títulos culinarios en su biblioteca, supo recrear tan fielmente los sabores de algunos platos que a más de un espectador le rugieron inoportunamente las tripas...