Diario de León

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TRAS más de treinta años de sufrimientos provocados por los crímenes de la banda terrorista ETA los españoles somos un pueblo curtido en el dolor. Pocos países pueden reivindicar un lugar tan alto en el triste escalafón de la rabia contenida y las lágrimas más amargas. También en la cumbre de la dignidad está la contención demostrada por tantas familias rotas por la pérdida de un padre, un hijo, un esposo, un amigo. Muchas son, ya digo, las familias españolas atra vesadas por el dolor de un herida incurable. Coraje cívico a raudales cien, doscientas, mil veces demostrado por familiares de personas asesinadas por la mano vil de los terroristas. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial quizá ningún otro país ha sufrido tanto, ni tanto coraje ha demostrado sabiendo contener la rabia, el desbordamiento. Hemos enterrado a nuestros muertos con honor y hemos rezado por ellos: guardias civiles, policías, políticos, militares, empresarios, periodistas... De todas las clases sociales y de todos los oficios. De derechas, de centro y de izquierdas. Políticos y apolíticos. Creyentes, agnósticos y ateos. Esa memoria del horror y del dolor nos pertenece a todos. Y también la náusea que nos provocan los asesinos, sus cómplices y sus turiferarios mediáticos. Por eso, porque llevamos más de treinta años sufriendo con dignidad y aguantando con coraje cívico la guerra que nos ha declarado el terrorismo etarra (y, desde hace unos meses, el islamista), es por lo que no deberíamos tolerar que se nos ofenda como pueblo cuando desde algunas instancias políticas y mediáticas norteamericanas se proclama la idea -inadmisible- de que si España -por decisión legítima del nuevo Gobierno- retira las tropas destacadas en Irak sería un acto de cobardía. Ningún pueblo ha soportado con tanta gallardía el desafío terrorista como lo hemos hecho nosotros. Que la derecha extrema que gobierna en Washington -y sus replicantes en algunos medios españoles- pueda promover semejante discurso, es un vileza. Hará bien el futuro presidente del Gobierno en cumplir con el compromiso electoral que le emplaza a repatriar a nuestros soldados. Lo que está en juego no es sólo la credibilidad de un gobernante elegido democráticamente, también afecta a la dignidad de los españoles como pueblo libre y soberano.

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