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CRÉMER CONTRA CRÉMER

¡Adiós, don Cecilio!

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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ANDABA el que suscribe zapeando (que es verbo para aburridos) por las distintas estaciones y apeaderos de la televisión regional, cuando los contertulios que formaban la terna del día, pusieron sobre la mesa, como noticia digna de la mayor atención, la renuncia al cargo, como concejal y técnico de urbanismo, de Don Cecilio Vallejo. Nadie se arriesgó a esclarecer los motivos que habían obligado a esta nueva retirada, pero el más audaz de los contertulios adelantó que al parecer se debía a que, dada su actual situación como miembro de la oposición, no le era posible desplegar toda su labor precisamente como técnico de urbanismo, que eso suele ser la madre del cordero de los compromisos de los señores titulares. La moral más que la vocación municipal de Don Cecilio, se ha sentido gravemente injuriada y antes de reñir, prefirió presentar su dimensión. Cesa, pues, el segundo concejal de la promoción de Don Mario Amilivia. Y cabe descubrir que este fenómeno, porque en España no renunciaron cargo alguno ni el menos dotado, así fuere ministro de la Guerra o de Asuntos Exteriores. Una dimensión voluntaria pone de manifiesto que no todos los que consiguen un estrado, un escaño o un taburete, se aferran al cargo como si dependiera de su mantenimiento la vida entera del protagonista. Dimitir está prohibido por el mando y solamente cuando al dimisionario se le acosa, se le derriba alevosamente, le acomete la idea redentora de dimitir para salvarse. El alguna ocasión he dejado intervenir en estos partes de guerra local, la idea de que lo que pierde a los organismos, municipales, provinciales o nacionales, no son los vicios del concejalín electo o del diputado por el artículo 29: lo que de verdad se convierte en motivo de abandono, es la ausencia de acierto al ahora de elegir a los optantes al puesto que tienen allí. Como los cargos se eligen a dedo a través de los grupos políticos establecidos, posiblemente, tal vez, quién sabe, acaso, se quedan sin intervenir en la vida política precisamente los hombres y las mujeres mejor dotadas, más honestos, más activos y eficaces. En la elección de los candidatos así suele caer en la trampa de elegir a los más fieles no a los más inteligentes y mejor dotados. El resultado es que efectivamente el líder consigue reunir el núcleo de amigos necesario para cubrir las plazas y los cargos, pero dada su posible falta de capacidades, el nombrado acaba por delatarse como el garbanzo negro de la olla. No es, ni mucho menos, el caso de Don Cecilio Vallejo, al cual, parte errores posibles, le avala su conocimiento, su vocación y su experiencia. Lo mismo le sucedía al elegido concejal para los deportes, que acabo mandando la bola política a más de los 21 metros olímpicos. Cecilio Vallejo abandona el puesto, el cargo para dedicarse a la empresa privada y León pierde un hombre necesario de cuantos forman parte de su elenco político. Estas dimensiones, tan poco frecuentes, nos debieran obligar a medir los nombramientos para formar parte de este o del otro combinado político, de provechosa lección. ¡También los concejales dimiten, coña! y también debiera serles obligado a los capitanes responsables la más cuidadosa selección entre el personal que se le ofrece, antes de poblar los Organismos de aprovechados, de listos de la parroquia, de tránsfugas y de profesionales del timo de las fidelidades políticas.

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