Paciencia, clemencia y resignación

Lo que se necesita para saber qué hacer con el dolor es aceptarlo como algo que está ahí y que tenemos que encarar: es uno de los momentos dramáticos de nuestra existencia. Tenemos que asumir como drama este encarar el dolor, y transformarlo en actitudes, gestos y ritos dramáticos, adecuados a la gravedad del suceso, que sirvan de cauce para expresar los sentimientos que en esas situaciones nos embargan. Algunas de esas expresiones son, por ejemplo, la exaltación de la valentía y de las formas de conducta adecuadas para vencer el miedo, o el duelo por el daño sufrido, en especial la muerte, que se lleva a cabo al llorar y condolerse. La paciencia, la clemencia, el valor, la resignación, el autodominio, la perseverancia y la mansedumbre expresan una totalidad diferente de las reacciones con las que se aceptan las sensaciones dolorosas y que permiten sobrellevar el dolor con dignidad. Debemos exponernos a nuestros sentimientos, pensamientos y hacerlo siempre en el contexto de lo que realmente queremos en nuestra vida; a lo que para nosotros es importante, no como objetivo sino como proceso que no acaba mientras vivimos. Así, aprenderemos a levantarnos tras una caída y seguir adelante. Nietzsche decía: «cuando un hombre tiene un por qué vivir, soporta cualquier cómo». La fuerza para sufrir brota de los motivos que se tienen para seguir viviendo. Si éstos no existen, no se aguanta una vida dramáticamente e inevitablemente dolorosa.