Diario de León

EL PULSO Y LA CRUZ

Códigos de interpretación

Publicado por
ANTONIO TROBAJO
León

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HOY es Domingo de Pascua de Resurrección. El problema de penetrar en el contenido de esta Fiesta Madre de Todas las Fiestas no existe para quienes son asiduos lectores de esta sección. Porque son de casa y uno juega en campo propio. El asunto adquiere toda su gravedad y extensión cuando se trata de llegar con la Buena Noticia de la Vida Inacabable a los miles de lectores del periódico que no leen estas líneas -por diferentes motivos- y, mucho más, a los cientos de miles a los que no llega este medio escrito o digitalizado. Acaba siendo una fiesta con desparrame de cohetes afónicos o una buena noticia transmitida a través de un soporte al que le faltan los códigos o claves de interpretación. O sea, que hay muchísima gente que se queda a distancia (a mucha, en muchos casos) de poder captar qué queremos decir con lo de Pascua de Resurrección, con su contenido profundo y humanizante y religioso y cristiano. Vamos, que no se entera de la Fiesta. Hay varias maneras de atajar esa deficitaria o nula recepción de la Noticia. Una de ellas es la afirmación escueta, con lenguaje de hoy -no estrictamente sujeto a las leyes de la ortodoxia más rigurosa- del meollo del festejo: Hace dos mil años, en Palestina, un personaje de carne y hueso llamado Jesús de Nazaret, fue acogido como cauce de revelación de la divinidad por un grupo de personas, que le aceptaron como Hijo de Dios y entendieron que su vida y su muerte eran toda una lección asequible de que ese Dios nos quiere sanos por dentro, reconciliados y felices; y porque ese Jesús, calificado como Mesías o Cristo (de ahí, Jesu-Cristo), aceptó los planes de Dios su Padre, éste no lo dejó en la muerte definitiva, sino que lo sacó a la vida que no acaba. En la que desde entonces está, tirando de nosotros y de nuestro mundo, con su aliento -que es su Espíritu-, hacia unos Cielos Nuevos y una Tierra Nueva, donde no habrá llanto ni muerte ni luto ni dolor. Lo que celebramos hoy con Aleluyas sin cuento es esta victoria sobre todo lo malo que nos tiene acogotados -por mucho que nos emborrachemos de postmodernidad placentera-. Claro que esto se cree o no se cree. Lo evidente es que nos revolcamos en miserias y limitaciones. Y lo evidente también es que hay millones de personas -no precisamente subnormales- que lo creemos como comunidad que avanza por la historia y que se llama Iglesia. Otra manera de acercarnos a este misterio de Dios, del hombre y del mundo es por el camino de la especulación intelectual, con todos los aditamentos de las ciencias y capacidades humanas, que contribuyen a convertir en una ciencia -la Teología cristiana- lo que podemos saber acerca de los planes de Dios. Faltaría el salto de ser sabio -teólogo- a ser creyente. No cabe lo primero sin lo segundo. Así estos creyentes-sabios serán nuestros acompañantes en la fe, que nos ayudarán a ver con multitud de argumentos -psicológicos, filosóficos, morales, estéticos, arqueológicos, filológicos, bíblicos...- que es posible ser ciudadano de nuestro tiempo y cristiano, o sea, ser personas metidas en el presente que basan su existencia en aceptar que aquel Jesús de Nazaret vive para siempre, nos sostiene en nuestros caminos y volverá a acabar lo que inició. Y otra forma es buscar razones de credibilidad de la Resurrección de Cristo mediante las seña-les de vida que se transparentan a través de ese juego de vidrieras que son los acontecimientos que huelen a cielo y saben a gloria. No vamos a buscarlos muy lejos ni a aducir muchos, porque se acaba el espacio. Sólo algunos que permiten vislumbrar que detrás tiene que estar el Resuci-tado. Tal como los miles de papones y cofrades anónimos que en estos días, «por nada», se echan a la calle y a las espaldas procesiones y otros signos que chocan con la cultura dominante. Tal como el homenaje que la gente sencilla de Villanófar, cerca de Gradefes, rindió, el pasado día 3, a un sacerdote que lleva cincuenta años de cura y cuarenta de ellos prácticamente en una silla de ruedas, llamado Teófilo Ferreras, y muy conocido en el Hospital General de León. Tal como que la ciudad de Valencia del Cid solicite -por lo que es y por lo que significa- la custodia de Enrique de Arfe, que éste elaboró preciosamente para Sahagún. Pueden seguir ustedes. Seguro que sí.

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