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CESA HOY el ladrido de los tambores, la corneta desgañitada, el mamporro en pecho henchido y el cielo roto de tanta oración en verso, preces vestidas de raso nazareno, rosario de nácar en manos con guante de blonda que lleva la manola enmanolada, cruz de plata entre ciriales repujados, emblemas de hilo de oro sobre el corazón, mantos recamados sobre los hombros de vírgenes rotas, tallas laceradas que brotan de un campo de frutas o de un escaparate de floristería, orquídeas en los gólgotas, manteos de terciopelo que es ciertopelo, misterios pujados, pasos en cierto y en falso, chapas al aire jugándose la condenación o la gloria del parné por los suelos... Hoy cesa todo y vuelve el alcanfor a borrar inciensos. El próximo año más, mucho más, piensan todos; que revienten las calles con esta pasión tan apasionada. Resucita la fe exhibida y ostentosa. Palo santo al moro infiel, que se nos note la verdad que acaparamos y que nos redime. Cesa el ruido. Vuelve el silencio. La Pascua no se celebra con tanto jolgorio. La muerte es nuestra novia; la resurrección no nos conmueve tanto. La sangre derramada se bebe; la resucitada se avapora. La Pascua es el destino y el objeto, pero se desdibuja tras tanta declinación de latigazos y lanzadas... ¿Por qué la vida no tiene tantas procesiones?... En las puertas del Cielo está un san Pedro con llaves al cíngulo de su túnica. Ayer fue en esta «porta coeli» un día más, afluencia habitual con dicha inmensa en todos los que llegaban con méritos y avales de obra buena. Llegó el primero un monje budista de alma entera a quien el santo franqueó la entrada. Después fue el turno de un mahometano que no enterraron en la paz del profeta porque no predicaba la guerra santa. Y un taoísta japonés de pocas palabras. También un chamán peruano, un hutu animista, dos hinduístas que la diñaron de hambre perra por hacer el fakir, tras anglicanos que estaban de misión en Rodesia y tuvieron un accidente de avioneta, un teólogo protestante, dos mujeres diáconos de Yorkshire, un pope ortodoxo... Haciendo antesala y viendo que allí parecía faltar gente, algunos preguntaron a san Pedro la razón de que no llegaran al cielo católicos... El santo lo aclaró: Es que entran por otra puerta y así se llevan un alegrón tremendo creyendo que se salvan sólo ellos.