Uno que cree
ARCADIO VALDEÓN cree que no tardará mucho su alma en comparecer ante el tribunal divino y cree que es tiempo de hacer profesión de fe, cree que tiene que decir su credo y me dice que anote, que cree en el hombre que es cabrón por naturaleza y un ángel cuando quiere, cree en las mujeres cuando callan y en los paisanos cuando enmudecen, cree que la sonrisa y la belleza son una obligación y que sólo en ellas reside la dignidad y la grandeza, cree en la bondad, cree en las patatas con bacalao con un puñadito de arroz, cree que hay brujas buenas y ángeles malos, cree en el Dios de los pobres, un poco en Buda, en diez líneas de Marx, en tres suras del Corán, en dos sonetos de san Juan de la Cruz y en León Felipe cuando dice que la vida del hombre la mecen con cuentos, cree en la siesta como patrimonio innegociable, cree en las fuentes y manatiales a los que no llega la uña, la pezuña o la garduña humana (no, borra esto, que ahora la mierda también viene del cielo con humos, pestes y miasmas; ya no queda en todo el planeta una sola fuente que se crea pura), sigue... cree Arcadio que más vale dedo de juez que cuarta de abogado, cree que el pan es de todos y que el agua pertenece siempre a quien se la robamos, cree que los amigos son escasos, cree en los ojos porque lo delatan todo, cree que se está liando una muy gorda, cree que el diente miente, la cana engaña y que la arruga no ofrece duda, cree que amanecerá cada día hasta que el sol se canse, cree en el dolor de la gente, cree que la felicidad reside en las cosas menudas, cree que a veces la cabra bala por el cuchillo que la mata, cree en todas las plantas y en los árboles que saben empequeñecer, cree en el amor y en el trabajo cómo única norma para no acabar siendo imbécil y parásito, cree que la tierra y los orgasmos son para quienes los trabajan, cree... pare el carro, señor Arcadio, que para ser un escéptico cree usted en demasiadas cosas y se está acabando la cuartilla... Tú sigue anotando: Creo en el estiércol, que no es santo y, sin embargo, hace milagros, creo en la muerte que nos hace estiércol fecundo, creo que hay vida más allá y tanta o más aquí mismo, así que creo que aplazaré el diñarla. No publiques esto hasta que muera. Se lo prometo. Han pasado quince años. Anteayer murió Arcadio. Si su fe no le salvó, tampoco le ha condenado.