Diario de León

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ESAS FOCAS que están apiolando en suelo canadiense me apenan en su muerte y en los modos de su sacrificio, pero no me escandaliza la medida por más que pringue el moco y alce el grito la Bardot de turno. La foquita nos da pena con esos ojazos de azabache que miran a su verdugo esperando clemencia y no entendiendo. ¿Y los ojos del pez atrapado en sus fauces, ese bacalao aterrado que vió masacrado todo su banco familiar porque hay más focas que pescado? ¿No dan pena todas las demás especies y los riesgos de agotamiento que firman las focas? No es que tenga yo una fe ciega en Canadá, dejémoslo en fe tuerta, pero me fío de ese país, creo que la matanza controlada de focas la han acordado con todas las garantías biológicas y como medida excepcional y necesaria. Me fío y me gusta Canadá desde ñarro, un país que casi nunca es noticia (no news, good news), resuelve las tensiones de sus dos comunidades parlantes sin que la sangre llegue al Yukon, país de civilidad y cultura cuyo himno nacional no es una marcha, sino un salmo de paraíso cantado como en oratorio. Ha de ser a la fuerza un gran país Canadá. Una pista de ello: ¿conoces algún futbolista canadiense?... pues eso. Las focas cazurras son hoy cormoranes. El relato que hacen los biólogos de su reciente proliferación en nuestros ríos asusta. Cada uno de esos pajarones zampa diariamente más de su propio peso en truchas. Se calculan en tres mil los cormoranes que faenan por esta cazurrería fluvial. Multiplica. Pero es especie protegida y la administración no sabe qué hacer con el problema: ¿diezmar, hostigar, abatir, perdigonada al culo?... No es especie propia. Llegan aquí porque se acabó lo que se daba en sus puntos de origen sin duda esquilmados. El desequilibrio que provocan es ya grave en ríos meguados de su trazado histórico, apresados en canal por ingenieros y enguarrados por todos en una tierra donde la mayoría de pueblos no depura su mierda y la resuelve con un «agua va». Así que entre cormoranes, alcaldes e ingenieros la devastación está anunciada y perpetrada. Lo averiguan estos días las cuarenta mil cañas viudas de cualquier emoción y picada en este estreno de temporada truchera. Furias y ceros vuelven en la cesta. ¿Qué está pasando? Pues que estamos matando nuestros ríos. Y el cormorán nos echa una mano. 1396927554 Se calcul ññññ

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