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TIENEN CARA de contrariado coitus interruptus muchos cargos populares que evacuan estos días de sus despachos los efectos personales y sólo Dios sabe qué cosas más. Es duro apearse del cargo o del chollo, desnudarse de poder y volver a la vida peatona después de segar pasto y arrimar «pro domo sua» ocho años seguidos en la total confianza de que se prolongarían una o dos legislaturas más. Ha de ser duro roer esa estaca al compás del tararí de una derrota ni prevista ni asimilada. Se les nota un huevo porque sólo saben aliviar su disgusto con mofa, chiste paticojo y augurio de catástrofe. «Lo único claro que se ha sacado del discurso presidencial de Zapatero -dijo anteayer con baba cretina un diputado de esta popularidad menguante- es que los maricones se podrán casar» (está en la línea el tipo). Invocan sistemáticamente pasados choriceros de guerras o roldanes y desentierran corrupciones como si fueran antecedentes y como anunciando otro lobo y otros entiznamientos (dijo la sartén al cazo). Ciertamente, lo están digiriendo mal. Las caras son un espejo del culo y se aloja en ellas un rictus de males intestinales; se les nota incluso en esa sonrisa de enhorabuena a la que obliga la cortesía parlamentaria y que acaba siendo un gesto de cuero tieso entre dientes apretados. Se les comprende. Ha de ser muy duro el desalojo después de tanta chufla altanera. Son muchos los cientos de despachos en los que se celebrará el baile de la silla y de la escoba estos próximos días. ¿Qué hace esa gente cuando pierde la gabela? Muchos se reflotan en las ínsulas autonómicas o municipales en las que manda su partido, en consejos y patronatos con pasta y dietas, pero no hay para todos. Hay muchos que incluso se quedarán sin oficio ni beneficio porque en su vida no han tenido más profesión que el arrimarse. Nunca valieron en realidad para otra cosa y se les tumba encima el agobio de cómo acabar de pagar el pedazo chalet en el que se embarcaron. Son los que más protestan y cuestionan la estragia de partido que les ha dejado en la cuneta. Gestionar una victoria trae problemas, pero administrar una derrota siembra puñales. Donde no hay harina, todo es mohína. Cuando el cargo no entra por la puerta, la lealtad salta por la ventana. En la trastienda popular nadie se está quieto hoy. La conjura está servida.

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