Diario de León

Un dolor muy justificado

Una australiana sobrevive dieciocho meses con las tijeras de 17 centímetros que los cirujanos de un hospital de Sídney olvidaron en el interior de su abdomen

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europa press | sidney

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Una ciudadana australiana ha emprendido acciones contra un hospital de Sydney por el olvido de unas de tijeras de 17 centímetros de longitud en su abdomen tras una intervención quirúrgica hace tres años. Pat Skinner, de 69 años, indicó a la radio nacional que los médicos le dignosticaron en perfecto estado de salud tras la extirpación en el 2001 de una parte de su colon en el hospital Saint George de Sydney. Sin embargo, la paciente ha seguido sufriendo durante 18 meses fuertes dolores en el abdomen y en la espalda que los médicos consideraron normales después de ese tipo de intervención. Durante un año y medio, la pobre pa-ciente sufrió dolores que ella misma definía como similares a los provocados por una paliza ejecutada con botas con refuerzos metálicos y punzantes. Así funcionaba entonces la imaginación torturada de la mujer. Evidentemente, la señora Skinner volvió a consultar con su médico, que no pudo aportar mejor diagnóstico que una depresión. Así que la pobre mujer fue al psicólogo, tomó antidepresivos e incluso probó con la aromaterapia. Nada alivió lo suficiente sus dieciocho meses de calvario. Así que volvió a insistir con su médico que, prob-blemente con el ánimo de quitársela de encima, pidió una radiografía del abdomen: «Simplemente me quedé hundida. No podía creerlo. Ver esas tijeras en la pantalla era una pesadilla». No es de extrañar la reacción de la señora al encontrarse de frente con la silueta de unas tijeras abiertas de 17 centímetros de longi-tud en la radiografía de su abdomen. A estas alturas, las tijeras ya están fuera de su cuerpo, pero Pat Skinner asegura que no ha recibido ninguna explicación convincente por parte del hospital. Y, además, se enfrenta con la nueva legislación de su país, que penaliza gravemente las reclamaciones de pacientes, con la intención de frenar algunas demandas millonarias por cuestiones más bien frívolas, al más puro estilo estadounidense. La reconfortada paciente asegura que, para conseguir una indemnización de 16.000 dólares, debería invertir en torno a 50.000. Ya se verá a partir del mes de agosto, cuando ha sido fijada la vista oral para estudiar este caso. Es posible que la señora Skinner no llegue nunca a recibir la compensación económica que sin ninguna duda merece, pero, en el peor de los casos, po-drá sentirse responsable de que el hospital haya creado a partir de este episodio un protocolo para contar dentro del quirófano gasas e instru-mental antes de coser al paciente. Este proceso es habitual en cualquier hospital de España, donde una enfermera lleva la cuenta de los paquetes de gasas que se abren y de las unidades que se desechan. Uno de los pacientes que se beneficiarán de este nuevo protocolo será el marido de Pat Skinner, de 69 años de edad y enfermo de cáncer de próstata. En los próximos días se operara en el mismo hospital.

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