Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

Tampoco es eso

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VICTORIANO CRÉMER
León

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TODOS o la mayoría de los leoneses se sintieron en aquella jornada gloriosa del debate para la investidura entusiasmados y orgullosos. El candidato, que figura por derecho en la nómina más sobresaliente de los personajes ilustres de la comunidad leonesa, había plantado su bandera en territorios parecía que vedados para quienes no hubieran obtenido título en colegios de pago. El Excmo. Sr. Don José Luis Rodríguez Zapatero, hijo de Don Juan R. Lozano y nieto del mílite más ilustre, el Capitán Lozano, había conseguido, sin prisas y sin pausas, ocupar el Palacio de Invierno. Y a fuer de cronista de verdades es absolutamente indispensable acoger el evento sobresaliente para incorporarlo a nuestra biografía. Porque este Profesor universitario y por añadidura ilustre miembro del Colegio de Abogados de León, ha roto, a puñetazos puros, que diría el poeta, el cerco que parecía invalidar todos los esfuerzos por cabalgar por los libres campos de Montiel, a la sombra del caballero de La Mancha. León no es tierra extremosa en la expresión de sus afectos y afinidades, pero en esta ocasión, y saltando sobre las inevitables reticencias de los relevados, se han escuchado clamores de afirmaciones y de esperanzas. Hasta el punto de que quizá conviniera practicar, sobre la marcha, la virtud expresada en el discurso del ya presidente del Gobierno: La humildad. Nada tiene de extraño que un pueblo como el leonés tan abandonado, tan dejado de la mano de los dioses y tan ajeno para los hombres principales exponga, incluso con exceso, su júbilo por este acontecimiento y que campeen en sus cartelas de manifestación pública términos tan definitivos como estos: «Ha empezado la etapa de la esperanza leonesa», lo que sin dejar de ser verdad, tampoco es como para entregarse a la providencialidad tutela del Presidente Zapatero, porque de la esperanza como de la ilusión también se muere y no sería justo ni positivo que lo que entre todos se ha conquistado vaya a perderse arrastrado por el río de la esperanza hacia el mar, que es el morir. Ciertamente podemos declarar que comienza para los españoles y naturalmente para los leoneses, una nueva etapa y, también es conveniente consignarlo, que se inaugura una nueva forma de entender el gobierno de la ínsula, ahora sustentada en el diálogo que se ha creado. Pero, como se diría y se recuerda en este día histórico del Gran Debate, conviene no olvidar que «Está bien el diálogo y el talante, pero éstas no son virtudes suficientes para enderezar el curso de los acontecimientos. Quizá fuera más obligado repetir que ahora precisamente empiezan los trabajos de Hércules. Entendemos perfectamente la insignificancia que un periódico de provincias tiene para imponer o mejor sugerir posiciones y talantes, pero recomendaría a los componentes del Consejo áulico del Presidente que no olvide la consigna shakesperiana: «No basta levantar al débil, hay que sostenerle después».

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