Esperamos sentados...
Amancio González se cansó hace tiempo de pedir cobijo para la Vieja Negrilla y de explicar que Santo Domingo no es su sitio. La escultura sigue muda, desintegrándose poco a poco
La Vieja Negrilla, ese árbol caído y derrotado por el tiempo, sin savia en sus venas taponadas por los años, acosado por mil agentes destructores, mira con serena nostalgia la belleza de la primavera, el brillante esplendor de la juventud triunfante. Él, vigoroso y sereno, llegó a esta plaza de visita, para estar unos días alegrando la vista a los leoneses y después marchar a entronizarse, como primera aportación altruista, como piedra angular, al que sería Parque Escultórico de Trobajo del Cerecedo. Pero el proyecto se perdió en el profundísimo cajón de las ilusiones muertas y la estatua, el monumento al emblemático árbol en vías de desaparición, se ha ido deteriorando poco a poco, pero inexorablemente, ante la ignorancia de los unos y el olvido irresponsable de los otros. Amancio González, su creador, ya no dice nada. Se cansó hace ya mucho de pedir cobijo para la Vieja Negrilla, de explicar que ese no era su sitio, que él la había creado con otras miras. Y muchos años después, ahí está, mira por donde, convertida ya en un símbolo inamovible. Los leoneses le han tomado cariño y por nada del mundo la dejarían huir de la amplia y concurrida acera de Santo Domingo que ahora ocupa con enorme dignidad. Pero la Negrilla, igual que el árbol al que representa, está en trance de desaparición. El material con el que se creó no ha podido resistir los vientos cruzados que atraviesan la plaza como cortantes cuchillos en los meses de invierno, la fragua ardiente de los soles estivales, el paso estremecedor y humeante de los grandes autobuses, los alegres y destructores juegos de los niños. Para aguantar la intemperie, para soportar el roce de las multitudes, debería estar hecha de un material más noble, debería haberse fundido en bronce. Se ha pedido cien veces, pero nadie hizo caso. Sí que se pudieron rehacer otros grupos escultóricos destrozados, pero la Negrilla sigue muda y desintegrándose poco a poco, volviendo lentamente al polvo del que saliera. Ahora que han cambiado los vientos políticos, creemos que es buen momento para volver a realizar el intento. Repitamos la canción que hay gente nueva, roguemos otra vez al señor alcalde felizmente reinante que ordene que se suprima algún fasto, que se ahorren unos euros en cualquier celebración sin importancia y que, con el mejor talante, se dialogue con el escultor, uno de los artistas leoneses con más proyección en España y en Europa. Sería fácil llegar a un acuerdo, sería muy sencillo salvar para siempre la escultura que los leoneses ya sienten como suya sin serlo. Y la Vieja Negrilla, recreada en un material más noble y menos efímero, quedaría ya para siempre en ese lugar de encuentros, en ese cruce de caminos, en ese kilómetro cero que siempre ha sido para los leoneses la plaza de Santo Domingo. Estamos esperando sentados... pero impacientes