Diario de León

La última tecnología convive con astrólogos o echadores de cartas capaces de engañar a incautos

Adivinos y sortilegios para ilusos

El éxito de ciertas creencias se explica por una educación científica muy deficiente

Todavía perviven manifestaciones esotéricas como la astrología, la quiromancia o la cartomancia

Todavía perviven manifestaciones esotéricas como la astrología, la quiromancia o la cartomancia

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Mag Castañón - león
León

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En esta era de la posmodernidad, muchos enfermos desesperanzados acuden a curanderos y adivinos. Los líderes políticos consultan a místicos y astrólogos antes de tomar decisiones, detectives policíacos sin pistas consultan a «expertos» en percepción extrasensorial y millones de personas «honradas» están convencidas de haber visto o vivido un milagro (o un ovni). Tampoco es difícil encontrar homeópatas que juegan con la salud de sus incautos pacientes; astrólogos que abusan de la credulidad de algunos ilusos; sin olvidar corrientes que han abundado últimamente como el «New Age», que visten de negro, llevan colgantes y anillos con símbolos «mágicos» o que representan creencias espirituales o místicas, decoran sus habitaciones con pósters de películas de terror o fotos y grabados de autores románticos, escuchan música gótica (grupos como Bauhaus, Christian Death, Sisters of Mercy) y algunos realizan prácticas ocultistas como espiritismo; locos que creen haber sido abducidos por extraterrestres y adivinos del futuro mediante la «lectura de la mano». La astrología, la quiromancia, la cartomancia (tarot), los amuletos, los talismanes, los hechizos, los conjuros, los sortilegios, el espiritismo, el hipnotismo, la radioestesia, las propiedades extra sensoriales de determinadas personas como la telequinesia, piroquinesia, clarividencia, etc.; no son más que algunas de estas manifestaciones esotéricas que, la gran mayoría, tienen su origen en épocas ancestrales y que, sin embargo, en la actualidad han adquirido un gran auge y son muchas las personas que acuden a los nuevos «magos» y «brujas» a que solucionen sus problemas o a que les saquen de su incertidumbre y dudas en sus decisiones importantes o a veces incluso en las cotidianas. Este éxito popular de las creencias pseudo científicas se explica por una educación científica muy deficiente. Gran cantidad de personas que han superado la enseñanza secundaria obligatoria consideran que su destino puede depender de la situación de Marte en el firmamento o de que la carta con la imagen de la muerte salga en una sesión de Tarot o que las líneas de la mano marcan su destino o consideran que es factible transmitir datos directamente de una mente a otra. Incomprensión científica Si hay una característica común a la inmensa mayoría de los hombres es la incomprensión de la realidad científica y el asombro ante los logros alcanzados. Lo que ayer era imposible, hoy está al alcance de nuestras manos y mañana estará presente en nuestra realidad cotidiana. Pero ignoramos el por qué y el cómo de casi todo: desde el funcionamiento de un frigorífico o de un televisor, hasta el de los ordenadores con los que trabajamos diariamente. Además de esta deficiente educación científica, numerosos medios de comunicación, surgidos del avance científico, se han convertido en verdaderos catalizadores de lo irracional favoreciendo la difusión masiva del charlatanismo para conseguir cotas más altas de audiencia. Otras razones para el importante auge de estos timos son: el descontento con la medicina convencional que se ha masificado y tecnificado, mientras que despierta cada vez más recelos por sus errores y limitaciones (sobre todo, terapéuticas, pues se diagnostica casi todo y se cura sólo lo que se puede), y su incumplimiento de expectativas generadas; el relativismo cultural posmoderno y la democracia de saberes que en su versión extrema concede igual peso a la opinión del oncólogo sobre el cáncer que a la del curandero milagroso o a la del sanador energético de auras, postura que abunda en muchos medios de comunicación, bajo la coartada de igualdad de trato para todas las ideas y «equidistancia informativa» de los criterios enfrentados; y, la más importante de ellas, la moda que otorga un gran valor a todo lo que se pueda etiquetar (con etiqueta de color verde, por supuesto) de natural, ecológico, sano y alternativo.

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