CORNADA DE LOBO
Para nota
LA TONTUNA provinciana y la imitación paleta son epidemia. Cuando no se tiene personalidad propia, se alquila directamente una que aparente o se roba aquella otra que apabulle. Son los tiempos. Hay que exhibir clase. En un colegio ponferradino (privado negocio y privado de gusto) celebraron días atrás la fiesta de graduación de los alumnos de segundo de bachillerato y la imagen de todos ellos retratados en un exiguo salón de actos daba pena y cierta descomposición de la flora intestinal. Vestían togas de túnica y faldumento como las que llevan las tías gordas de un coro de godspell en capilla presbiteriana con telepredicador y se tocaban la cabeza con ese distintivo académico anglosajón que consiste en un bonete que es casquete con una cosa cuadrada encima de la que cuelga una borla, estampa reiterada en películas y series teleamericanas, nenes bien de college pijo con mamás de pelu aplaudiendo entre butacas, nenas enseñando corbatita bajo toga y quizá soñando con otro casquete en la fiesta subsiguiente que las licencie de más esfuerzo y codo. Tela, mucha tela tenía esta foto de ¿graduación?... No es caso aislado. Algunos colegios privados se apuntan a esta moda que pretende asimilarnos a esa cultura televisiva nortamericana que nos empapa, empapiza y bastardea. Es una forma de distinguirse imitando al poderoso, copiándole en barato y en impropio. Los papás estarán seguramente encantados con el distinguirse y pagan por ello. Las mamás fardan de privilegio y enmarcan la foto del modorrín en el salón. Y ellos, los lacorrillos de corto bachiller, estiran la risa eufóricos por parecer doctores honoris causa en su teatrillo provinciano de vanidad chiripitifláutica. Encantados. Comen de rápido y guarro como los chavales de Manhattan o California, visten como ellos, les copian graffittis, gustos y tendencias, se menean con su misma música-ruido, sueñan con un traje y empleo (empleo y trabajo son cosa distinta) de sueldazo y zetatrés a los veinticuatro, deliran en fantasías beverlys... pero son bercianos, leoneses, de Madridejos o de Tarrasa, embuten expresiones en inglés en su pobrísima coloquialidad y se revisten de majadería yanqui como tropas de ocupación cultural que ya agobian y estomagan. En fin, que apuntarse a lo ajeno es cagarse en lo propio. Están para nota.