Solidaridad desde los pupitres

Es probable que ningún alumno del colegio que las madres escolapias regentan en Astorga haya viajado a Coca, un pequeño enclave a 250 kilómetros de Quito. Sin embargo, durante toda esta semana la población ecuatoriana protagoniza el programa Amigos del Mundo, una serie de actividades que pretende reunir dinero con el que colaborar en proyectos de desarrollo de los más desfavorecidos. Los retos son el mantenimiento del comedor de media pensión, la creación de becas para el internado y la adquisición de materiales para los talleres de promoción de la mujer. Para alcanzarlos, estudiantes y profesores han preparado propuestas como ligas deportivas de futbito, baloncesto y tres en raya; el exitoso pincho solidario de los recreos; o la tómbola en la que se agolpan objetos donados por alumnos y familiares y en la que las estrellas indiscutibles son la camiseta dedicada de Roberto Carlos que el jugador no pudo lucir en el partido de ida contra el Mónaco, y un balón firmado por el Real Madrid en pleno. Pero, personalidades aparte, la semana solidaria explora también otros ámbitos, plasmados en una tienda de comercio justo, o en el aula de Ecuador en la que los alumnos pasan algunas horas de clase, simulando los mismos escasos recursos y condiciones difíciles que los pequeños ecuatorianos que tienen la fortuna de acudir al colegio padecen. Talleres de maquillaje y peluquería, encuentros deportivos con otros centros, un partido entre profesores y alumnos, o la proyección de películas, forman también parte del programa. En los próximos días aún pueden contemplarse una exposición de instrumentos musicales en la sala de conferencias, el festival Amigos del Mundo -que tendrá lugar hoy-, o las habilidades de un músico artesano y autodidacta que mañana construirá a la vista del público instrumentos musicales tradicionales. La participación de las escolapias el año pasado en esta campaña, que es una tradición en Astorga cuando llega la primavera, ayudó a construir un aula de usos múltiples en la capital ecuatoriana, Quito. Gracias a este espacio, los niños del barrio de La Pulida ya tienen un lugar donde jugar y hacer sus tareas escolares, y las mujeres participan en talleres de costura, cocina y pintura. Además, los niños de la calle, conocidos como betuneros porque pasan horas limpiando los zapatos de los turistas para llevar dinero a casa, cuentan ya con una biblioteca en la que leer y aprender, y los catequistas tienen un lugar digno en el que celebrar la eucaristía e impartir formación religiosa a los pequeños.