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Publicado por
Antonio Núñez
León

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EL MISMO día, exactamente el miércoles, que la galería Sotheby's de Nueva York batía el record de de las subastas con la venta por 86 millones de euros (unos 15.000 millones de pesetas, peseta arriba o abajo) del cuadro de Picasso «Niño con pipa» el Museo de Arte Contemporáneo de León (Musac) se estrenaba en los intrincados vericuetos financieros del arte moderno pagándole no se sabe cuánto a la cantante Alaska por un disco llamado «Arquitectura efímera». En la Quinta Avenida de Nueva York sólo se habla de Picasso y en León los periódicos sacan el disco de Alaska a cinco columnas, de modo que, según el director del Musac, Rafael Doctor, en cuestión de modernidad estamos, como mínimo, empatados a cinco con los americanos. A los de la quinta de un servidor para arriba no hace falta explicarles quién era Picasso, porque el que más y el que menos tiene colgado en casa una copia del «Guernica» al lado de otra fotografía de la Legión Cóndor, si la suegra es de derechas. En cuanto a la cupletista Olvido Gara, que firma Alaska, ha sido necesario recabar el asesoramiento de los hijos, según los cuales el grueso de su obra se resume en la antañona movida madrileña de los Pegamoides con la famosa canción «Terror en el supermercado» -la tienda de discos dice que no era para menos- a la que siguen ahora las coplas del Musac con Nacho Canut. Y tómese lo del tal Canuto, se dice por castellanizarlo, en cualquiera de las acepciones que le da el diccionario de la Real Academia: que se la fuman los impuestos de los demás en forma de subvenciones, que musicalmente no sabe hacer la «O» con un canuto, que hila tan fino que no da puntada sin hilo, y demás teórías sobre agujeros. Agradezca el señor obispo que no penetremos más profundamente en tan espinosa cuestión cultural, lo que podría llevarnos a extremos como aquel de que, en tocante a subvenciones, força al canut y en León marica el último. En resumidas cuentas y metidos a hacer crítica vanguardista el único parecido que cabe encontrar entre la primera «etapa rosa» de Picasso y los iniciales pasos del museo leonés con el disquete de Alaska son las siete capas de pintura pelirroja que desde tiempo inmemorial ésta última luce en el pelo, en las pestañas y quién sabe en qué otros incomparables marcos. Es una cuestión cuyo análisis uno prefiere dejar al criterio de los expertos, incluído el del señor director, que gestiona tan moderno que se sale del cuadro. Se sabe lo que han cobrado los gringos en Nueva York por el cuadro de Picasso, pero no lo que ha pagado el Musac por el disco de Alaska, aunque hay que temer lo peor. El pintor malagueño era famoso por recibir en su casa del exilio francés a muy pocos visitantes, nunca a la prensa, salvo a uno que se llamaba Feliciano Fidalgo y que era berciano de la parte de Tremor, y siempre en camiseta de tirantes, en tanto que Alaska ha presentado su obra en rueda de prensa a toda pastilla mientras la camiseta de tirantes no le ocultaba ni la mitad que a Picasso. Dado que estamos en plena campaña de la declaración de la renta lo menos que inspira la payasada más moderna del Musac -y no será la última- es que con el dichoso disco sobre lo efímero de la arquitectura empezamos fatal, porque ni siquiera está acabado el edificio. Pero, ya metidos a tirar los impuestos de la gente, el director del museo leonés, por aquello de que a moderno no le gana nadie, podía financiar a partir de mañana mismo el conocido pub de Dinio «La noche me confunde», rótulo lírico donde los haya; o la disco caravana de Pocholo Martínez Bordiú, gran bohemio; o la película que, según dicen, está rodando el Dioni, de profesión ladrón de furgones que pierden el botín en un olvido tonto (no confundir con Olvido Gara, alias Alaska) con los hermanos Matamoros como protagonistas (Kiko y Coto), aprovechando que se conocieron los tres en la cárcel, cada uno coproduciendo lo suyo. Ha quedado también tope guay el otro día la señora consejera de Cultura, Silvia Clemente, en la presentación del disco hasta el punto de que no parecía un acto oficial, sino tecno pop . Tal era así que para las fotos del periódico se había puesto extensiones en el pelo (300 euros y una jornada entera de trabajo, según la peluquera del barrio, que algo entiende de eso). Ambas estababan muy monas, cada una en su estilo, aunque ninguna discreta en opinión del interventor, a su vez especialista en maquillar todos los años el Presupuesto. Y, visto el panorama, el futuro del Musac lo podría predecir hasta Paco Porras, el adivino de las hortalizas más horteras. Consultado ayer mismo no tuvo ni que echar las cartas, limitándose a confirmar: «Está claro que el dinero de las subvenciones y los impuestos son habas contadas, macho».

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