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CUANDO SE INVENTÓ el leonesismo allá por el 77, fue cosa de unos pocos y desde una estrategia exploratoria del partido comunista a la que se sumaron algunos cachorros de la burguesía modorra de esta ciudad persiguiendo el gozo del «solos nos lamemos mejor». Era aquel GAL, grupo autonómico leonés, cuyos primeros fondos gruesos de financiación fueron el talón de un craso industrial cazurro que lo puso a mi nombre por razones de cercanía familiar y también por mi actitud de alentar la tutela de singularidades y patrimonio leonés. El grupo acordó tiempo después premiar mi sensibilidad y jaleo otorgándome el «carnet 0» junto a un insigne catedrático de esta plaza. Nunca fui a recogerlo. Pasado un tiempo y ocupando yo la portavocía en León de la Junta, quemaron aquel carnet como quien decapita en efigie al Pedro el Cruel. La izquierdina, que defendía en bloque el marco castellano-leonés, me acusaba de ayudar a engendrar la hidra que restauraría el viejo caciquismo local y las cavernas políticas del paleto resentido, mientras los leonesistas de mes y medio se cagaban en mis muertos. Después fundamos entre cuatro «La Tarde Radical del País Leonés» y hasta creamos un partido, el «Bloque Radical del País Leonés» para concurrir a las generales, aunque retiramos candidatura al final porque aquello no amanecía, pese a contar con el apoyo incondicional de los dos partidos republicanos que entonces figuraban. El diputado socialista Baldomero Lozano nos miraba con cierta simpatía; era de Albacete, pero intuyó y midió la enorme sustancia electoral que encerraba aquel leonesismo balbuceante; sin embargo, el pesoe del palio nos mandaba al cuerno por sistema y negó cualquier reflexión o replanteamiento. El leonesismo que nació en la izquierda acabaría gestionándose y ordeñándose desde la derecha. Y cómo. Veinticinco años después, las tornas nos delatan. Ahora es el burgomaestre socialista de la capital quien descubre la veta del voto barato y también se mete en el charco de la soledad autonómica a falta de otro mensaje político que no tiene. Revolviendo esa charca se pesca y se roba mejor. Y así, el socialismo cazurro se apunta al chollo emocional del «solos podemos», jota mal pronunciada; «solos jodemos» es la cosa. ¿Soportará la marrana encima a todos los que la quieren joder?