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CRÉMER CONTRA CRÉMER

La culpa es de «La Olivetti»

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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ME ESCRIBE UNA muy señora mía y de toda mi admiración y respeto, denunciando que algunos, o muchos de los comentarios con los que ocupo el espacio de este Diario de León de cada día, no les entiende y que debe ser por lo del alzhéimer. Como me sucede a mí otro tanto, solicito la intervención de los técnicos de la casa, y después de muy cuidadosos exámenes de textos e intenciones, decretan que eso es «de la Olivetti». Y es que, por ejemplo, por no ir más lejos, días pasados, cuando lo que de verdad podía interesar al personal era la liberación del preso por los cofrades generosos del Perdón, aparecía entre los conmovedores relatos procesionales, el «Adiós a Don Cecilio», que es un señor concejal del Ayuntamiento pasado, al que sin duda la derrota electoral le había aconsejado una retirada a tiempo, que es siempre una apañada victoria. Y allí donde a mí se me ocurría indicar que Don Cecilio había preferido presentar su dimisión, la coña de la Olivetti le dio por poner, en una grafía precisa, pro más que un poco confusa, porque ni la máquina ni el suscribiente estamos para troteras ni para danzaderas, en ver de dimisión, que era la mandado, dimensión, que no tenía nada que ver. Y como si este barbarismo mecanográfico no fuera suficiente, donde a mí se me había ocurrido utilizar el término bien preciso de «La hora de elegir», a los optantes del puesto que tienen allí, va la puñetera Olivetti y se le ocurre insertar el término «El ahora» que efectivamente, además de perniquebrar la frase completa y el sentido real del comentario, dejó todo lo escrito como la Doña Inés del Tenorio: «Imposible para vos y para mí». Bueno y así una vez y otra vez, una tergiversación y otra, hasta convertir el comentario, que por cierto me había costado sudores de sangre, en un galimatías, en un barullo, en un laberinto que no había Cristo en su agonía que le salvara. Y cuando humildemente osé dirigir mis excusas a donde debía hacerlo, se me descubrió el causante de tamañas atrocidades estilísticas: «La culpa, querido compañero y por lo visto amigo, ni es de aquel maldito tango ni por culpa del compañero encargado de la corrección de sus muchos errores, sino de «la Hispano-Olivetti» de mis escrituras, que ya no está para juegos de preceptiva literatura ni de nada, y generosamente le aconsejo que de no saber escribir a mano y mediante el uso del bolígrafo o de la pluma de ave, lo conveniente sobre todo para los posibles lectores que se pusieran sentir impulsados a leer sus elucubraciones es someterme a la prueba del ordenador. Y yo lo comprendo perfectamente. Pero tampoco estoy ya para ensayos y lo del ordenador como lo del ligue con muchachas de mucho atractivo, me coge ya muy mayor, que es riesgo que suelen correr los viejos. Y como sospecho y espero que estas justificaciones y disculpas le habrán servido a la distinguida señora mía suficientemente convincentes para perdonar mis muchas faltas, me apresuro a besar su mano.

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