Escupir rayos
LAS COSTUMBRES hacen las leyes y las mujeres hacen las costumbres; las leyes, pues, las hacen las mujeres. Una frase como esta podría costarte una ristra de réplicas y dos guantazos de mano blanca. Protégete y di que no es tuya, como así resulta, sino de Montesquieu (mosquié, decía mi profesor de derecho político, que aprendió francés por el método Assimil), el aristócrata liberal que formuló el estado moderno en la división de poderes aún en vigor (legislativo, judicial y ejecutivo, aunque hoy ya son mentira, pues los poderes ciertos que nos aprietan el alma y el culo son el económico -dinero manda-, el informativo -la mentira le protege- y un ejecutivo que los acata y dice amén). Lo de la costumbre que hace ley ya era teoría y principio jurídico del derecho romano. Lo que hizo Montesquié fue rizarlo y echarle perfume hasta atufar. Cuanto el guantazo a la mujer se hace costumbre, el hombre lo hace ley sintiéndose y sentándose en su derecho. La violencia de género crece. El número de mujeres muertas a manos de un cabrón desorbitado es una deuda que nos perseguirá a toda esta sociedad hasta la tumba; jamás podremos pagarla. Las culpas de cada crimen se reparten y se siembran a voleo; a todos nos salpican, a quien ve y calla, a quien instiga, a quien ríe, a quien ignora... Es asunto de portada y cabecera de informativos. Cada día hay carnes abiertas en el plato de las noticias. Me llama una amiga de una universidad de Kentucky; escucha nuestras emisoras y lee los periodicos de aquí por internet. Da la sensación de que ese es un país de perpetua sangre conyugal, me dice. Algo serio sí es el caso, le digo, pero también hay cierto ensalzamiento de este tipo de noticias, cierta recreación morbosa. Hay quien incluso piensa que tanto señalamiento informativo alimenta el disparate incitando a quien bordea el desafuero con un cuchillo de cocina en la mano. Sin embargo, le indico, España no es lo peor; es el décimo país europeo en violencia doméstica; nos ganan por la mano y por el guantazo los países nórdicos, los que creíamos más civilizados, ya ves. Eso es por el frío, me dice, que les hace estar mucho tiempo en casa; y tanto roce hace destroce. En España hace calor y los hombres están más tiempo en el bar, aunque eso casi es peor, porque después llegan pedos en su tormenta y escupen rayos.