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FRANCISCO DE MURO ÍSCAR
León

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CON EL ABANDONO en que. con su reciente fallecimiento, nos ha dejado don Fernando Lázaro Carreter parece como si se hubiera ido el vigilante del idioma y fuera más fácil machacar el diccionario desde las ondas, o incluso desde los propios medios escritos. Los programas de televisión, especialmente los de la noche, cuando los tertulianos pierden la vergüenza y los vividores de la prensa rosa campean por sus fueros, son un ejemplo de cómo no se debe hablar ni actuar. Lo malo no es que den bofetadas al idioma, digan «de que» continuamente o confundan el culo -que muchos manejan con desparpajo y desvergüenza- con las témporas -que no sabe lo que son-. Lo lamentable es que la televisión crea escuela, sobre todo, la mala televisión. Muchos aprenden de ellos, al mismo tiempo, la desvergüenza y el mal uso del idioma. Y lo que se aprende así, de personajillos que viven de los demás, acaba oyéndose en la calle. Los insultos a las personas y al idioma, la violencia, real o «porque lo exige el guión», de muchos de ellos es moneda habitual luego en las calles. Otro tanto se podría decir de los periodistas deportivos que en sus retransmisiones de los encuentros de fútbol hablan constantemente de «carrileros», juegan poco «por los costados» o se quejan de que los equipos «no definen». Y de los políticos que se inventan palabras que no existen y acaban haciendo que todos las usemos. Los jóvenes, que cada vez leen menos y que copian lo que escuchan y ven, manejan un idioma de doscientas o trescientas palabras que vale para todo, enormemente empobrecido y mal usado. Así que yo espero que, para contribuir al cambio, la nueva directora general de Radio Televión Española y el Comité de Sabios que ha creado el nuevo presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero lo primero que impulsen sea un código de comportamientos éticos -que, tal vez podría valer para todas las televisiones, públicas y privadas- y un equipo de cazafantasmas que, cada noche, pase revista a lo que se ha dicho en los programas y, por la mañana, reúna a los infractores y les diga lo que decía Joan Manuel Serrat: «Niño, deja ya de joder con el idioma». Es mucho más peligroso que hacerlo con la pelota.

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