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LAS PAISANAS leonesas y sorianas son las que mejor torean la muerte en este pellejo ibérico, según el informe anual del Instituto Klein, y viven más tiempo que el resto de la España jubilante en una provincia que muere de vieja sin querer morirse. ¿De qué están hechas mujeres? Es el frío, dicen unos, este helar que curte y alisa el cutis, es la hebra retorcida como bilorta, es el agua, es el vino en vasín de comida o el golletazo a la botella del blanco cuando se guisa, es ese apretar el culo porque nadie hace el trabajo de ellas, es el no parar, el no tener tiempo para una gripe, es el consuelo de la piedad con una novena a san Roque y otra a la Virgen de los Esparabanes (reina y madre del pueblo leonés) con la que hablan, es la gana de sobrevivir al baldao de su marido cascarrabias para poder tener unos años finales en calma zurciendo recuerdos y renaciendo madre con cada nieto, es su engordar de pena (les da pena tirar esto, tirar aquello), es el resignarse por fuera y el batallar por dentro sin hacerse mala sangre, es el andar diez kilómetros cada día sin salir de casa de la colada al corral y del corral al cuerno de camas y escobas, es el no tomar más medicina que una aspirina al bienio, es el matriarcado latente que las hace imprescindibles, es el levantarse teniendo que hacer quince cosas, es la partida de brisca con las comadres que les alivia sus rutinas de noria con bronca mujeril, trampas saduceas y risas de mearse, es su guardar «porsiacaso», es el no correr, es la noche en vilo o durmiendo en vela con los ojos abiertos como las liebres, es el llorar mucho para que se vaya lo agrio de la vida perra con las lágrimas, es el esporpollarse cuando los hijos criados dan satisfacciones (que son pocas), es el haber pasado una postguerra piojera royendo estaca y comiendo lentejas con bichos adiestrándose en el ascetismo, es el velar para que los demás vivan aplazando ellas su existencia, es el refajo que les blinda el lomo contra un viento con cuchillos de hielo, es el no gastar por gastar, es el creer y el esperar y el defender con dientes la camada, es el tener que regar los tiestos cada día para que no muera el símbolo, es el merendar disgustos, es su tirar del carro, es su pánico a ser inútiles, es el pan y el tocino de pota, es la pura gana de vivir y negar la muerte que nos empapa. Estas mujeres son la leche.