Diario de León
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ANTONIO PAPELL
León

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UN SECTOR relevante del PP, en el que se encuentra sin duda alguna la nueva dirección, ya no oculta la irritación que le produce el enigmático viaje americano de Aznar, en teoría programado desde hace tiempo pero altamente inoportuno en este momento, en vísperas de las elecciones europeas del 13-J. En todo caso, el carácter «privado» de dicho viaje es discutible puesto que el ex presidente, que rehuye ciertamente a los medios de comunicación españoles, realizó al comienzo de la visita unas expresivas declaraciones a Los Ángeles Times en las que reprodujo las críticas al nuevo Gobierno por la retirada de las tropas españolas de Irak. Y su silencio no se corresponde con el de sus interlocutores: el secretario de Defensa norteamericano, Donald Runsfeld, tan necesitado de cariño estos días en que su sillón peligra por el gravísimo escándalo de los torturas a los presos iraquíes, ya se ha ocupado de divulgar ante los medios de todo el mundo sus afinidades con Aznar. El hecho de que el viaje estuviera programado por la nueva «actividad universitaria» del ex presidente, según el atribulado secretario general adjunto del PP, Acebes no justifica evidentemente que se haya llevado a término precisamente ahora, cuando perjudica los intereses del PP. La reciente encuesta del CIS confirmaba bien a las claras que el 76,8% de los ciudadanos -es decir, también una parte importante de la clientela del PP- ve con buenos ojos la retirada de las tropas de Irak. Es decir, reprueba la política exterior de Aznar y se adhiere a la de Zapatero. La insistencia del ex presidente en mantener su posición provoca, pues, rechazo en el electorado. Y deja a Mayor Oreja, cabeza de lista de las europeas, a los pies de los caballos en unas elecciones en las que lo que está en juego es precisamente el vector exterior. La derrota el 13-J puede ser histórica, y ello podría desestabilizar sin ningún género de dudas a Rajoy. Pero es que, además, la imprudente obstinación de Aznar convierte el asunto iraquí en el eje ideológico de la precampaña electoral, lo que impide al PP poner sobre la mesa todas las demás cuestiones, los éxitos económicos, por ejemplo, en los que podría competir con ventaja con el PSOE. El desconcierto que todo ello está causando en la principal oposición resulta bien visible: sólo en estas condiciones Jaime Mayor podía tener la ocurrencia de comparar las torturas norteamericanas en las cárceles iraquíes con el GAL. La gran pregunta que suscita esta aventura trasatlántica del todavía presidente del PP es elementalísima: ¿por qué? ¿Qué poderosas razones mueven a Aznar a perjudicar objetivamente a su partido? Porque ese «viaje privado», en el que se aloja por cierto en la residencia oficial del Embajador de España en Washington, no corría prisa, y bien hubiera podido celebrarse después del 13-J sin ningún problema. Puesto que faltan explicaciones racionales convincentes, no es extraño que circulen ya determinadas especulaciones más o menos consistentes en los círculos del propio PP: ¿acaso pretende Aznar agravar la crisis del PP hasta tal punto que las bases terminen reclamándolo para que se ponga él de nuevo al frente del partido? Después de todo, ya cumplió puntualmente su palabra de no permanecer más de ocho años seguidos en la presidencia del Gobierno. Cuesta aceptar esta hipótesis, que sin embargo no puede descartarse porque, de momento, no se conoce ninguna otra. No es, desde luego, verosímil de que un personaje tan experimentado como Aznar no haya medido de antemano las consecuencias de sus propios actos, ni el efecto devastador que ha producido su amigable encuentro con Rumsfeld y con Bush cuando los electores españoles conservan todavía en sus retinas las inicuas imágenes de las torturas a los presos iraquíes. Rajoy está, en fin, en una seria encrucijada y el PP deberá aclarar cuanto antes su camino.

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