Alejo no será un virrey

YO ME precio de ser un ciudadano que respeta todas o casi todas las opiniones y que acepta que cada perro se lama sus llagas. Y si Miguel Alejo, ex-portavoz del Partido socialista en el Ayuntamiento de León y a la par ex candidato, por partida doble, a la Alcaldía de su pueblo, que es León, mientras no se demuestre lo contrario, declara que él no será nunca virrey, y que hará una política coordinada con el Gobierno, hemos de aceptarlo porque Miguel Alejo es un hombre de honor, fiel a sus convicciones, humilde y eficaz. Y si prefiere el compromiso, honrosísimo por otra parte, derivado de su nombramiento como Delegado del Gobierno de Castilla y en León, que se cumplan sus mejores deseos al respecto, en la seguridad de que los leoneses, que le conocen y le estiman por lo que vale y viene demostrando, se lo tendrán en cuenta. Esta declaración suya y el rechazo del posible nombramiento de Virrey, por el que tantos hombres de mucho menos empaque, darían un ojo de la cara y la yema del otro, no ha dejado de provocar admiraciones y reservas mentales en muchas de las gentes que en esta hora específica del Gran Reparto piensan que nadie merece mejor la distinción, el nombramiento, que el mismo abandonado a su propia suerte. Porque, salvo algún santo varón que otro, raro es el hombre o la mujer políticos que no se consideran merecedores, por sus propios méritos, de todas las calificaciones y elevaciones del mundo. Naturalmente el que suscribe ignora cuales son o pueden llegar a ser los poderes de un Delegado del Gobierno en Castilla y en León. Pero, repasando nuestro cuaderno de bitácora llegamos a la conclusión de que el cargo es sin duda una carga para la cual se requieren fuerza, capacidad y paciencia, además de buena voluntad. Porque las necesidades de León y de Castilla son muchas y de difícil cumplimiento, sobre todo cuando los responsables de alguno de los poderes provinciales o locales, entienden que las únicas necesidades urgentes en la zona o comunidad no pueden ser otras que las que nos afectan directamente a nosotros. León, por no ir más lejos, es territorio difícil y plagado de compromisos, unos reales, tradicionales e históricos y otros inventados por la vanidad de los monterillas de turno que no aceptan que puedan pasar por una función pública sin dejar en ella su huella personal y para conseguirlo se entregan con pasión a la investigación de urgencias, que suelen derivarse de la influencia de este o del otro compadre o correligionario. Alcalde hubo en la Ciudad de Paco y de Gracia Prieto, que se conformó con que la Historia de la Ciudad registrara su nombre como el de aquel que consiguió imponer las sopas de ajo, con ajo en la dieta de la población civil. O la de aquel otro que consiguió figurar en los anales por haber levantado un muro al costado del Bernesga. Miguel Alejo, no quiere ser Virrey en la propia tierra y aspira a establecer como norma de su compromiso en el cargo de Delegado del Gobierno, el principio esencial para el buen funcionamiento de la ínsula, que pretende convertir en guía de su quehacer: Debemos cambiar la crispación Por el entendimiento. Dicho lo cual comenzó a gobernar.