RTVE ya tiene madre

LA EXCMA. Sra. Doña Carmen Caffarel, catedrática de Comunicación Audiovisual ha sido nombrada y se supone que ya habrá tomado posesión del encargo, Directora General de RTVE, o sea lo que señala el título de esta anotación política. No parece que la nueva responsable de un Ministerio tan importante como la Televisión, recién estrenada, vaya a durar mucho en el cargo, por razones teóricas, supongo. Y de verdad que las gentes de mi barrio, aficionadas a fondo de casi todo lo que la caja tonta ofrece para divertimiento y entontecimiento de la masa ciudadana, lo sienten, porque se habían hecho a la idea de que al fin de tantísimo sufrimiento, se había alcanzado el estado de gracia que tanto necesitamos. Enhorabuena a la ilustre profesora y directora general y que los dioses la inspiren acertadamente. En las declaraciones proporcionadas a la Prensa, la señora Directora asegura que no le asusta nada el reto, y que está dispuesta a mantener, como Don Suero en La Puente del Órbigo, su amor a la verdad, a la independencia y a la cultura. ¡Aleluya! Sin más, la señora Directora, comenzó a nombrar a sus colaboradores principales. «Se acabó la televisión de partido!» Se escuchó sobresaliendo entre el rumor confuso de los reunidos para tan importante evento. Y los oyentes hispanos, siempre tan escépticos en materia de cultura pública, puso en marcha su televisor y esperó el resultado de tan generosos y atrevidos proyectos. Sencillamente porque el que más y el que menos, llevamos cerca de medio siglo esperando la reforma de la dicha Televisión Española, para aceptar sin lugar a dudas que el Gobierno, que es en resumidas cuentas el verdadero responsable, ha entrado de verdad por la senda de la verdad, de la justicia y de la calidad. Y la mayor parte de los videntes, ya absolutamente pervertidos precisamente por esta misma televisión que ahora se nos anuncia como benéfica rectora de nuestras tendencias, duda de que la señora Directora General, la no menos señora ministra del ramo y el mismísimo Vaticano sean capaces de cambiar, de renovar, de acabar con los desmanes que la tal y cual Televisión ha incorporado a sus programas basura. ¿Qué vamos a hacer con santísimas deslenguadas, desmadejadas, desnudistas y golfantas de todos los géneros como tienen en la Televisión no sólo cabida sino mecanismo bien pagado para exhibición de procacidades, de desmesuras eróticas, de culebrones monstruosos, con señoritas dejadas por sus maridos y por la vergüenza? ¿Cómo convertir esos corrillos de cotillas y cotillos en reuniones culturales sin que se quiebren las estructuras actuales de una sociedad de idiotas eróticos? ¿Qué gobierno se atreve a enmendar esta tendencia indecorosa convirtiendo el espacio en recinto académico? Lo siento, Doña Carmen, pero me cuesta mucho trabajo aceptar que al fin hemos dado con la heroína capaz de enmendar la plana a los serviles, a los mendaces y a los indecentes. Resulta mucho más fácil acabar con nuestra colaboración en el Irak, que borrar del mapa televisivo y radiofónico, entre otros dispositivos al servicio de la vulgaridad, las vaciedades y pornografías a que nos tienen acostumbrados.