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CRÉMER CONTRA CRÉMER

Antibióticos y Rodríguez de Francisco

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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SIN DUDA y sean cuales fueren las tentaciones que nos puedan ofrecer ciudades tan importantes como Madrid y Valencia, con sus efemérides, gastos y galanuras, los dos principales acontecimientos para nosotros, son el juego inglés de lo de Antibióticos y sus patrocinadores y el anuncio de la dimisión como Presidente actual del partido leonesista (Unión del Pueblo Leonés para los peregrinos), el cual y no por motivos negativos deja el puesto para quien lo desee y lo merezca. España, en este tiempo que invierto en montar este trozo de historia para general conocimiento, arde en fiestas y repican campanas de gloria. En Valencia, por ejemplo, se ha llegado a agotar las reservas de pólvora. Y no digamos Madrid. Pero pese a la posible singularidad de los eventos que pudieran acontecer en tan egregias Villas y Cortes, lo que de verdad importa por estas tierras, tan históricas como la que más, es el futuro de la Unión del Pueblo Leonés y el precedente de Vitatene, porque Antibióticos, si Dios y el Ayuntamiento de Don Francisco el Bueno no le remedia, terminará vendido en la feria. Y todo a la carta más esencial, porque aquella magnífica idea de montar en León una fábrica para la producción de antibióticos, parecía algo así como el descubrimiento del equilibrio del huevo de Colón. Se reunieron hombres afamados en negocios y dineros, comenzó a proyectarse sobre la pantalla industrial de León, el nombre de Antibióticos. Y se ganó dinero. Y en vista de que se ganaba dinero, que para eso estábamos, se procedió a su venta al mejor postor. Y los que vinieron, se dirigieron a las dignas e ingenuas autoridades de León solicitando, subvenciones, ayudas y donaciones para pagar el importe de la compra y para ampliar la fabricación. Y los organismos nuestros, que son como «cachitos de pan blanco» porque los señores italianos que habían acudido a coger la cosecha, no se quedaran en blanco comenzaron a conceder dineros. Y luego, que si no había para pagar a los empleados o que si se acusaban pérdidas, siguieron solicitando ayudas y los fieles organismos concediendo dineros, naturalmente de los presupuestos. Y los señores itálicos, que ha habían ensayado prácticas parecidas con los Laboratorios Syva, de los Pablos, y en la equivocada creencia de que León era Abisinia, siguieron ordeñando la vaca. Hasta hoy. Y aquí tenemos al bueno del alcalde, que es, ya lo dijimos, un cacho de pan de bueno, abriendo los brazos y poniéndose al habla con el Presidente de la Diputación, que no le va a la zaga ni en bondad ni en dineros oficiales, intentando crear un funambulesco consenso económico para que los del país de Berlusconi no pierdan ni en euro. Y no lo perderán. Les juro, con la mano puesta sobre el Libro de las Estampas, que pese a la aparente frivolidad de este escrito, su autor está que le tira bocados al aire y no deja de lamentarse de que nuestros organismos y en su representación sus hombres responsables resulten tan fáciles, tan sensibles, tan solidarios para quienes en resumidas cuentas siguen haciendo un negocio gordo, siempre amparándose en la amenaza de cierre y del paro de cuatrocientos obreros, empleados y científicos. Sería de desear que nuestros hombres públicos y nuestras mujeres, tan públicas como estos hombres, se dieran cuenta de que su ingenuidad es un instrumento que los listos de la Roma de los Césares, utilizan para ponerse las botas. «¿Hasta cuando, Catalina, van a abusar de nuestra paciencia?» O dicho en verso leonés: «León, León, ciudad añeja: ¿Por qué te vistes, ay, con piel de oveja?»

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